El socialismo africano: el caso de Angola
La “Cuba de Africa” languidece bajo el peso de la burocracia y el caos económico
Domingo del Pino Gutiérrez, Luanda
Publicado en El País de 19 de agosto de 1980
(Nota: Estos reportajes son el resultado de un recorrido por Angola y un viaje a zonas del interior del país donde no había estado ningún periodista occidental desde la independencia.)
La rápida y oportuna intervención de la Unión Soviética y Cuba, las indecisiones en la metrópolis portuguesa, sumida en uno de los puntos críticos de la revolución, así como el retraimiento norteamericano a cualquier intervención en el exterior, tras su fracaso en Vietnam, colocaron en el poder en Angola al izquierdista Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) a finales de 1975.
Cuatro años y medio después, no puede decirse que la importación del modelo cubano haya dado sus frutos en uno de los países más ricos de África: paralización económica y administrativa, absentismo laboral, crecimiento de la burocracia estatal e imposición de pautas culturales ajenas a la población.
De todos los movimientos nacionalistas de las ex colonias portuguesas, sólo el MPLA de Angola, a pesar de las riquezas naturales del país, ha llevado a un grado tal de pauperización al pueblo que muchos se preguntan hoy si tantos años de lucha han servido para algo. Nada parece haber dado peores resultados en política que los poetas, y la revolución angoleña fue, en gran medida, la obra de varios grandes bardos. Pero esos hombres, que, cuando no tienen trabajo y pasan hambre, sueñan con mundos mejores, con el poder en sus manos, pueden convertir el mundo en que viven en un infierno.
El angoleño ha perdido hoy toda inquietud intelectual. Y ello se explica. En un país donde no hay nada que comprar, que todo escasea, sólo abunda el libro. Libros soviéticos exclusivamente, claro está. Pero los soviéticos ni siquiera se han preocupado por enviar a Angola lo mejor de su literatura moderna, sus discusiones sobre economía política actuales o las inquietudes del movimiento obrero internacional. En las librerías de Angola sólo se encuentran aquellos pobres relatos de los años cincuenta, Los hombres de Panfilov, El comunista o el Manual de economía política de Nikitín. Y, sobre todo, obras de Breznev, discursos de Breznev hasta la saciedad, en piel, rústica y mimeógrafiados.
La irresponsabilidad administrativa, el abandonismo generalizado, el ausentismo laboral y la huelga permanente y no declarada de brazos caídos, hacen del régimen de Angola una especie de aberración, que solamente soviéticos y cubanos se atreven a llamar aún «ejemplo de socialismo africano».
Luanda, la capital, es una ciudad colapsada. Los transportes públicos no funcionan. Los autobuses, faltos de mantenimiento, yacen abandonados en los solares yermos de la capital, la mayoría de las veces con menos de dos años de rodaje. Cualquier gestión administrativa es una aventura en el mundo de los papeles, que puede durar días o meses. La escasez de alimentos, unida a la anarquía de los abastecimientos, origina colas gigantescas los días de distribución.
Las esperas suelen durar más de veinticuatro horas, pero como el toque de queda sigue vigente de doce de la noche a cinco de la mañana, a medianoche los colistas se esconden en los portales más próximos para lanzarse como fieras, de nuevo a las cinco, a la búsqueda del turno abandonado.
La ciudad entera tiene un aire cansino, de suciedad y abandono. El MPLA, como el partido de Fidel Castro, tiene una gran aversión por las grandes ciudades, que no sabe organizar. Pero en el caso de Angola, el 70% de la industria del país está en la región de Luanda. Esas industrias no funcionan hoy a más del 20% o 30% de su capacidad. La razón es que el obrero, en un régimen donde se estrecruzan y superponen tantos servicios y mecanismos coercitivos, sólo tiene el recurso de hurtar su capacidad de producir para protestar contra el sistema.
Un país rico en petróleo y diamantes
Con la excepción del petróleo, en manos de la Gulf Oil norteamericana (_off-shore_ en Cabinda) y de la Petrobras brasileña (sur de Luanda), que es el único renglón de la economía que ha superado los niveles de producción de 1973, el último año portugués contabilizado, con 170.000 barriles diarios, contra 150.000 antes de la revolución, todos los otros sectores de la producción están en franca involución.
De producir 240.000 toneladas de uno de los mejores cafés del mundo, Angola sólo espera recoger este año 40.000 toneladas. El país producía más de 100.000 toneladas de maíz, alimento básico de la población rural, azúcar y patata. Ahora necesita importar con urgencia 100.000 toneladas de maíz para impedir la extensión de la hambruna por varias provincias del Sur.
Pero la lamentable situación en que vive el pueblo de Angola no quiere decir necesariamente que el Gobierno no tenga dinero. Por el contrarío, el petróleo sobre todo, y los diamantes industriales (Angola, con 3.000.000 de carats anuales, era el mayor productor mundial), con cerca de un millón de carats extraídos en 1979, contribuyen a la paradójica situación de que el país, con una economía en desastre, tenga una de las balanzas comerciales más saneadas de Africa.
Esos ingresos, unidos a otros royalties, menos confesables, que paga Sudáfrica por la energía eléctrica, contribuyen a sufragar el despilfarro de una administración que tiene más de mil funcionarios cada dos meses viajando por el extranjero, a lo que hay que sumar el coste de la asistencia técnica soviética, cubana y alemana del Este.
A mediados de 1974, Agostinho Neto proclamó a los cuatro vientos que haría de Angola la Cuba de África. Por aquel entonces es muy probable que no supiera a ciencia cierta las implicaciones exactas de lo que prometía. Pero la verdad es que no solamente hizo una Cuba, sino que “mejoró” el modelo. Angola no es la Cuba de África sólo porque 30.000 cubanos, entre civiles y militares, sean, con los soviéticos, el principal y único sostén del MPLA. Las semejanzas son tantas que las comparaciones resultan irresistibles.
Allá por 1964, Che Guevara, entonces ministro de Industrias, decía, jocoso, a su gente: «Si el imperialismo norteamericano no existiera, hubiéramos tenido que crearlo, para poder culpar a alguien de nuestros fallos». Los angoleños han convertido hoy a Suráfrica y sus agresiones en el chivo expiatorio al que se atribuyen todas las deficiencias.
El MPLA justifica la presencia de tropas cubanas y asesores sovíéticos por la amenaza surafricana. La verdad histórica es que los cubanos comenzaron a llegar mucho antes de que el primer soldado surafricano traspasara la frontera. La supuesta aplastante victoria del MPLA contra la invasión surafricana de 1976, que unos atribuyeron a la intervención de Kissinger, y otros, al heroísmo de las FAPLA, tiene mucho que ver con un hecho menos conocido y, por razones obvias, silenciado, como fue la negociación entre el Gobierno surafricano y el MPLA, en abril de 1976, en Ochikango, cerca de la frontera con Namibia. En ella, el Gobierno de Pretoria recibió plenas garantías de que sus intereses en el sur de Angola, fundamentalmente el complejo hidroeléctrico de Caleque, en el río Cunene, no serían afectados, una promesa que, a pesar de todo el despliegue publicitario contra Suráfrica, el MPLA mantiene rigurosamente.
De la misma manera, la propaganda en torno a la ayuda que recibe la UNITA de Jonas Savimbi de Pretoria, sin dejar de ser cierta, ha sido extraordinariamente inflada para descalificar a un enemigo que aún cuenta con las simpatías de una buena parte de la población en las provincias de Huambo, Bié, Cunene, Benguela y Huila, las más pobladas del país.
Es verdad que el apoyo que recibe de Suráfrica es quizá la razón principal de la pérdida de imagen internacional de la UNITA, pero también es cierto que ningún movimiento revolucionario se anduvo nunca con escrúpulos de conciencia a la hora de escoger las alianzas que le harían triunfar. El MPLA concretamente sabe bastante de ello. Para destruir a los otros grupos que combatían en Angola, el FNLA de Holden, Revolta Activa, Daniel Chipenda no dudó en hacer uso de los ex gendarmes katangueños de Nathaniel Mo-Bumba y del almirante portugués Rosa Coutinho.
El ejemplo de los vecinos
Este es en Angola «el año del congreso extraordinario» del MPLA, que debe reunirse en diciembre. Entre las muchas cuestiones a discutir está la presidencia de la República, que, desde la muerte de Neto, ocupa a título provisional un «hombre de paja», José dos Santos.
Es un secreto a voces que el verdadero poder lo ejerce el secretario general del MPLA, Lucio Lara, que es quien cuenta con el apoyo y la confianza de la URSS. Pero Dos Santos es negro, y Lucio Lara, casi blanco, y eso en Angola es casi tan malo como ser negro en Sudáfrica. En este año del congreso extraordinario, Angola atraviesa por un momento crítico. El hostigamiento sur africano es permanente. La UNITA, a pesar de la propaganda oficial ya la ha liquidado en el papel, sigue fuerte en dos o tres provincias del Sur, gozando de simpatías populares.
Cerca de dos millones de personas, más de un cuarto de la población, serán refugiados dentro de su propio país a finales de este año, en virtud de la nueva táctica cubana contra la UNITA, que consiste en recoger a las poblaciones de las zonas donde aquélla opera y concentrarlas en las provincias de Huambo y Bié. Esos dos millones de seres están amenazados de muerte por hambre.
Se habla, y ello es una cuestión extremadamente delicada, de un supuesto testamento político de Agostinho Neto. En él, según algunos, el extinto presidente parecía haber dado un viraje de 180 grados en lo que concierne a la influencia soviética y cubana en el país.
El pragmatismo, con buenos resultados económicos, del presidente Samora Machel, de Mozambique, y la nueva situación creada con la independencia de Zimbabue, que parece llevará a los dos países a una sólida alianza económico-política, tendrá, sin lugar a dudas, influencias en Angola.
De hecho, mientras el MPLA languidece dentro de un mercado común socialista (Comecon), Zimbabue ya se adhirió a la Convención de Lomé, y se propone promocionar la candidatura de Mozambique. No es muy probable que el MPLA cambie radicalmente, como tampoco es previsible que la URSS suelte la presa de Angola.
Tampoco parece nada probable que el MPLA decida por propia iniciativa ceder una parte del poder político, que hoy monopoliza. Sin embargo, las circunstancias internacionales que le permitieron ese monopolio del poder, en detrimento de los otros grupos nacionalistas – la revolución de los claveles, en Portugal, combinada con la entonces influencia del partido de Alvaro Cunhal, que tanto ayudó al MPLA – y el retraimiento norteamericano y occidental en general, que no supieron reaccionar contra el envío masivo de soldados cubanos a Angola, han desaparecido totalmente.
No está, pues, excluido que en diciembre, y como resultado del congreso extraoridinario, el MPLA decida un importante aggiornamento.
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1 comentario:
ha!, supr ke ayan blogs asi!...FeLiCiDaDeS!!!
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