domingo, 20 de abril de 2008

El negro y el tambor. Relato del Uruguay

El negro y el tambor


Al menos desde 1760, según relatos de Isidoro de María en su obra Montevideo Antiguo, domingo a domingo, “los amos permitían a sus esclavos que fueran a sus ‘canchitas’ alineadas a lo largo de la muralla que cerraba y cuidaba la ciudad”.

En esos pequeños espacios de tierra apisonada, con una capa de arena, se reunían todos los africanos de acuerdo a su nación. Cada grupo iba ‘llamando’ a sus compañeros, los que salían de las casas de sus amos, y se reunían con quienes los ‘llamaban’ desde la calle o desde la canchita. “Y así –continuaba el cronista los cabindas, benguelas, magises, casanches, monyolos, lubolos, etcétera, se reunían los domingos para sus cantos y bailes entonando sus cadenciosos “yé, yé, yé, Calunga yé, eeé llumbá”.

Según Francisco Merino, ya entre fines del siglo XIX y comienzos del XX se “llamaban” los miembros de una comparsa o se unían los negros de cada barrio, que iban a “visitar” otros barrios: Los de “Ansina” (Barrio Reus al Sur) iban hasta el conventillo de Gaboto (Gaboto entre Cerro Largo y Paysandú), o los de
Gaboto iban hasta el “Medio Mundo” en la calle Cuareim. También se pueden percibir, aún ahora, distintos matices de sonoridad o ritmo según el barrio al que pertenece la “llamada”.

Los tambores y las figuras tradicionales

Aquí han estado por más de 200 años; han cambiado su forma y quizás su modo de ejecución, sus nombres y sonido, pero no su esencia. Macú, Bombo y Congo fueron sus nombres de antaño. Hoy, Chico, Repique, Piano y Bombo, son los tambores de esa tradición heredada de África de llamar, de transmitir sentimientos y emociones.

Cuánto han comunicado y tienen aún por hacer a través de su ritmo. Según Luis Ferreira, el tambor actual es “un único tipo de tambor en tres tamaños enominados piano, repique y chico, en orden de mayor a menor tamaño y correspondiente sonoridad del grave al agudo. Es un tambor abarrilado unimembranófono liviano, abierto en el extremo opuesto al parche: es de fabricación artesanal a partir de duelas de madera.”

El Escobero, antiguo bastonero que dirigía y animaba la comparsa, dando inicio y finalización al Candombe. Con su escobilla abría los caminos para que la comparsa tuviera un buen desempeño y con sus pases mágicos alejaba los malos presagios. Resalta en su indumentaria el taparrabo de cuero, adornado con cintas de colores y cascabeles.

La Mama Vieja personaliza la sabiduría y representa la ancianidad reverenciada.

Es madre, abuela, sabia y dulce, portadora y transmisora de la cultura ancestral africana. Es reina de la comparsa. Es importante mencionar que su influencia alcanzó también a los niños blancos, pues como “ayas” o “nodrizas” compartían con ellos sus cantos, mitos y arrullos, así como la mística de la cultura africana con sus tradiciones y su religiosidad.

El Gramillero, con su barba blanca y su bastón, representa a la sabiduría, expresada a través de los yuyos, de las hierbas (“gramillas”) que lleva en una maleta que dice “Doctor” o “Brujo”. Es el símbolo de la vida tribal.

Sería el sucesor del Rey de la Sala de Nación. Su indumentaria incluye galera y levita. Su paso característico es un “temblequeo” que asemeja los estados de trance rituales.
Ruben Galloza, Candomberos (1997).

Fuente: Revista del Día del Patrimonio.

No hay comentarios: