miércoles, 23 de abril de 2008

Tilcara, todo el color y la música

Relato de la fiesta de Tilcara, 2007



Con espectáculos, exposiciones de arte y gastronomía regional, el festival "Enero Tilcareño" promete una agenda cargada de festejos.

Todo será mágico en Tilcara durante este mes, cuando se festeje el Enero Tilcareño Latinoamericano, un evento cultural con toda la música que este año —arrancó en 1957— cumple sus bodas de oro.
Este pueblo enclavado entre los coloridos cerros de la Quebrada de Humahuaca, cuyo nombre significa estrella fugaz en quechua, mantiene sus casas de adobe y paja y sus empedradas y angostas calles que parecen salidas de un cuento. Además, sorprende con nuevos sitios para disfrutar de la mejor gastronomía que combina lo regional con lo mundano.Por su frescura en los meses de calor, Tilcara —construido a 2.461 metros sobre el nivel del mar— era la villa veraniega elegida por quienes habitaban el Noroeste argentino en la primera mitad del siglo XX.

El poeta Germán Churqui Choquevilca, el pintor Medardo Pantoja, el escultor Ernesto Soto Avendaño y el arqueólogo Eduardo Casanova formaron una movida, como hoy se dice. Todo comenzó con las olimpíadas deportivas que se organizaban en el pueblo quebradeño. Pronto se sumó música, danza y puestos de comida y cada enero el pueblo era una fiesta.

La plaza central, donde todo el año hay artesanías y coloridas batucadas, se viste de gala: durante todo el mes habrá recitales, puestos de comidas regionales y exposiciones de pintura y escultura. También habrá espacio para los dos grandes bailes de enero, el Carnaval de Ablande (el sábado 13, en el club Terry) y el Carnaval de la Chicha (el sábado 20, en el Belgrano). Pero la mayor parte de los festejos se concentrarán este año en el Club Pueblo Nuevo, que está sobre la ruta 9, en el acceso a Tilcara. Allí actuarán hoy Tucuta Gordillo y Dalmiro Cuellar; el viernes 19 será el turno de los rockers porteños Intoxicados; el sábado 20 se presentará Mónica Pantoja y el grupo Coplas de Mujeres Tilcareñas.

El cierre estará a cargo de los bolivianos Diablada de Oruro, especie de comparsa andina que pondrá picantes las calles del pueblo.Pero si algo cambia la vida de quienes visitan Tilcara son las impresiones que deja el Pucará. Sobre una colina de 70 metros, dejando uno de los senderos que llevan a Tilcara, la obra cumbre de los indios omoguaca luce imponente. El histórico Pucará (fortaleza, en quechua) que cuidan con celo los pobladores jujeños de la Quebrada encierra corrales para llamas, sendas, dormitorios, escaleras, galerías y sepulcros. Desde la construcción del siglo X, legado de una de las culturas agroalfareras tardías del noroeste argentino, el viajero puede por momentos sentirse un cóndor, dueño de las alturas.Las casas reconstruidas son de pared de piedra y techo de barro y paja, sostenidas con madera de cardón.


Están organizadas en tres zonas delimitadas con carteles entre senderos. Parte de las viviendas, diseminadas sobre el faldeo a la entrada del Pucará, dan la sensación de estar habitadas. Otras se levantan alrededor de la denominada iglesia y en cercanías del "monumento", que se destaca en la parte más alta del pueblo. En el sector de la iglesia se conservan dos altares; allí, los originales habitantes rendían culto al sol y a la luna. El visitante puede ingresar a las casitas.
El Pucará fue descubierto en 1908 y su reconstrucción data de 1948.Entre el entorno de cactos predominan los más portentosos cardones. A la salida y como invitando al descanso esperan un molle centenario, una fuente de agua fresca y bancos de piedra. Allí también se puede visitar el Jardín Botánico de Altura, donde están las especies de la región.
A la hora de la cena, hay que tener en cuenta que, de un tiempo a esta parte, el incremento de turismo europeo en Tilcara propició la apertura de nuevos restaurantes, algunos con una marcada tendencia design, al mejor estilo Palermo Soho, en Capital; es el caso de La Chacana (Belgrano y Bolívar), de cocina de autor y estética minimalista.
Más autóctono, Siriñacu (Belgrano y Padilla) ofrece música en vivo y comi das regionales. La plaza chica —frente a la iglesia— concentra la movida nocturna: están Gervasio (pizza, pastas y regionales) y El Nuevo Progreso, una esquina reciclada de 1917 donde los viernes suelen presentarse Los Chalas, gran conjunto de música andina.Por supuesto, el viajero sabrá que el cielo de Tilcara regala estrellas por doquier.

Ezequiel Sánchez.
Clarin.com


"El Güegüense"

"El Güegüense"



El Güegüense, una expresión virulenta de protesta contra el dominio colonial, es un drama satírico bien conocido en Nicaragua que se representa cada año el día de la fiesta de San Sebastián, santo patrón de la ciudad de Diriamba, en la provincia nicaragüense de Carazo. El Güegüense es una síntesis de las culturas española e indígena que combina el teatro, la danza y la música. Se considera una de las expresiones más distintivas de la era colonial de América Latina.

Los primeros textos fueron compuestos probablemente a principios del siglo XVIII. La historia gira en torno al encuentro entre las autoridades coloniales españolas y los nativos americanos, representados particularmente por un personaje central, el Güegüense, una figura venerable y respetada en la Nicaragua prehispánica. Este se defiende de las acusaciones lanzadas contra él por las autoridades coloniales gracias a una serie de estratagemas verbales.
En lugar de enfrentarse directamente o desafiar a la autoridad, él procura mostrarse siempre cooperativo y conciliador, mientras recurre a artimañas para socavar la autoridad española.
Entremezclados en las procesiones de la calle, los espectáculos son representados generalmente por ocho personajes principales acompañados de bailarines y de un conjunto de violines, guitarras y tambores. Los trajes, las máscaras de madera, los sombreros y otros atributos distinguen a los diferentes personajes. La tradición resulta familiar para la mayoría de la población hispanohablante de Nicaragua, debido a que la televisión nacional da una amplia cobertura a la procesión anual de San Sebastián. El personaje es tan popular que los nicaragüenses han acuñado la expresión: “poner cara de Güegüense” para referirse a alguien que aparenta someterse a la autoridad, mientras trabaja sutilmente para socavarla.

A pesar de su popularidad, el Güegüense corre el riesgo de decaer, e incluso de desaparecer, debido a la difícil situación económica del país, a la escasa ayuda a los actores y la falta de interés de los jóvenes nicaragüenses.


Tomado de:

www.unesco.org

La lengua, la danza y la música de los garifunas"

"La lengua, la danza y la música de los garifunas"






Las garifunas proceden del mestizaje de varios grupos originarios de África y del Caribe, cuyos elementos culturales integraron. En el siglo XVIII, se establecieron en la costa atlántica de América Central tras verse obligados a huir de la isla de San Vicente. Hoy día, estas comunidades viven en, Honduras, Guatemala, Nicaragua y Belice.

La lengua garifuna pertenece a la familia de lenguas arawak y ha sobrevivido a siglos de persecución y dominación lingüística. Poseen una gran riqueza de úragas, relatos que se narraban durante las veladas o las grandes reuniones. Las melodías reúnen elementos africanos y amerindios y los textos constituyen una verdadera reserva de la historia y el saber tradicional de los garifunas sobre el cultivo del manioc, la pesca, la fabricación de canoas y la construcción de casas de barro cocido. Hay también un fuerte componente satírico en las canciones que se cantan al ritmo de los tambores y se acompañan de bailes en los que participan los espectadores.

Estas tradiciones siguen siendo esenciales en la vida de los garifunas. Los encargados de perpetuar las ceremonias, fiestas y tradiciones orales son los ancianos. Pero la transmisión se ve en peligro a causa de las migraciones económicas, la discriminación y la ausencia de la lengua garifuna en el sistema escolar. Esta, aunque es aún hablada por numerosas personas, ya sólo se enseña en un pueblo.
Tomado de:
www.unesco.org

martes, 22 de abril de 2008

Johann Jakob Bachofen Matriarcado, mitología y derecho materno

Johann Jakob Bachofen


Johann Jakob Bachofen (Basilea, 22 de diciembr
e de 1815 – † ibídem, 25 de noviembre de 1887) fue un jurista, antropólogo, sociólogo y filólogo suizo, teórico del matriarcado.

El matriarcado

Se le recuerda principalmente por su teoría del matriarcado (en alemán, Mutterrecht, que significa literalmente «Derecho materno»), título de su fecunda obra El matriarcado: Una investigación sobre el carácter religioso y jurídico del matriarcado en el mundo antiguo (1861). Ésta presentó una visión radicalmente nueva del papel de la mujer en una amplia gama de sociedades antiguas.




Bachofen recopiló y se basó en numerosa documentación con el objeto de demostrar que la maternidad es la fuente de la sociedad humana, de la religión, la moralidad, y el «decoro», escribiendo sobre las antiguas sociedades de Licia, Creta, Grecia, Egipto, la India, Asia central, África del norte, y España. Concluyó el trabajo conectando el derecho arcaico de la madre con la veneración cristiana a la Virgen María. Las conclusiones de Bachofen sobre el matriarcado arcaico todavía encuentran eco hoy en día.

Hubo poca reacción inicial a la teoría de Bachofen de la evolución cultural, en gran parte debido a su estilo literario impenetrable; pero eventualmente, así como una crítica furiosa, el libro incitó a varias generaciones de etnólogos, filósofos sociales, e incluso escritores: Friedrich Engels, que utilizó a Bachofen para sus Orígenes de la familia, de la propiedad privada y del Estado, Thomas Mann, Erich Fromm, Robert Graves, Rainer Maria Rilke, Lewis Henry Morgan, Jane Ellen Harrison, que se sintió inspirada por Bachofen para dedicar su carrera a la mitología, a Joseph Campbell, a Otto Gross y a Julius Evola.

Bachofen propuso cuatro fases de la evolución cultural supuestamente superadas:

Hetairismo. Una fase «telúrica», nómada y salvaje, caracterizada según él por el comunismo y el poliamor. La deidad predominante habría sido, una proto-Afrodita terrena.

Das Mutterecht. Una fase «lunar» matriarcal basada en la agricultura, caracterizada por la aparición de los cultos mistéricos ctónicos y de la ley. La deidad predominante habría sido un temprano Deméter, según Bachofen.

La dionisiaca. Una fase transitoria en la que las tradiciones habrían sido masculinizadas, en la medida en que el patriarcado empezaba a emerger. La deidad predominante, el Dionisos original.
La apolínea. La fase «solar» patriarcal, en la cual todo rastro de matriarcado y de pasado dionisiaco fue suprimido y surgió la civilización moderna.

Influencia posterior

Analizando el punto de vista de Bachofen, Engels concluyó en su obra mencionada que:
el hombre vivió originalmente en un estado de promiscuidad sexual, para describir el cual Bachofen utiliza el término erróneo de «hetairismo»;
tal promiscuidad excluye cualquier certeza de la paternidad, y que se podría por lo tanto remontar el parentesco solamente en la línea femenina, según El matriarcado, y que era originalmente el caso éste entre todos los pueblos de la antigüedad;
a partir de las mujeres, en tanto que madres, eran los únicos padres de la generación más joven que eran sabidos con certeza, ella llevó a cabo una posición de tal alto respeto y honor que se convirtió en la fundación, en el concepto de Bachofen, de una regla regular de las mujeres (ginecocracia); la transición a la monogamia, por la que la mujer pertenece a un solo hombre, implicó una violación de una ley religiosa primitiva (es decir, realmente una violación del derecho tradicional de los demás hombres a esa mujer), y para expiar esta violación o comprar la indulgencia por ello, la mujer tuvo que entregarse ella misma por un período limitado. (Friedrich Engels, 1891: véase el enlace externo pertinente, más abajo).

Aunque Bachofen aplicó teorías evolutivas al desarrollo de la cultura de una forma que ya no se considera válida, aunque la arqueología y el análisis literario contemporáneos han invalidado muchos detalles de sus conclusiones históricas, el origen de todos los estudios posteriores del papel de mujeres en la antigüedad clásica está en Bachofen, bien siguiendo la pista de sus conclusiones, bien corrigiéndolas, bien negándolas.

Si bien, en la medida en que sus investigaciones y conclusiones están basadas en una interpretación ciertamente imaginativa de la evidencia arqueológica existente de su tiempo, podría decirse que este modelo nos dice en el fondo tanto sobre el propio tiempo de Bachofen como del pasado remoto que pretendió describir.


Bibliografía
Bachofen, Johann Jakob, El matriarcado: Una investigación sobre la ginecocracia en el mundo antiguo según su naturaleza religiosa y jurídica (2ª Ed.), AKAL, Tres Cantos, 1992. ISBN 84-7600-170-3





Engels, Friedrich, El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels, Madrid, 2006. ISBN 84-96276-17-1







Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Johann_Jakob_Bachofen

domingo, 20 de abril de 2008

El negro y el tambor. Relato del Uruguay

El negro y el tambor


Al menos desde 1760, según relatos de Isidoro de María en su obra Montevideo Antiguo, domingo a domingo, “los amos permitían a sus esclavos que fueran a sus ‘canchitas’ alineadas a lo largo de la muralla que cerraba y cuidaba la ciudad”.

En esos pequeños espacios de tierra apisonada, con una capa de arena, se reunían todos los africanos de acuerdo a su nación. Cada grupo iba ‘llamando’ a sus compañeros, los que salían de las casas de sus amos, y se reunían con quienes los ‘llamaban’ desde la calle o desde la canchita. “Y así –continuaba el cronista los cabindas, benguelas, magises, casanches, monyolos, lubolos, etcétera, se reunían los domingos para sus cantos y bailes entonando sus cadenciosos “yé, yé, yé, Calunga yé, eeé llumbá”.

Según Francisco Merino, ya entre fines del siglo XIX y comienzos del XX se “llamaban” los miembros de una comparsa o se unían los negros de cada barrio, que iban a “visitar” otros barrios: Los de “Ansina” (Barrio Reus al Sur) iban hasta el conventillo de Gaboto (Gaboto entre Cerro Largo y Paysandú), o los de
Gaboto iban hasta el “Medio Mundo” en la calle Cuareim. También se pueden percibir, aún ahora, distintos matices de sonoridad o ritmo según el barrio al que pertenece la “llamada”.

Los tambores y las figuras tradicionales

Aquí han estado por más de 200 años; han cambiado su forma y quizás su modo de ejecución, sus nombres y sonido, pero no su esencia. Macú, Bombo y Congo fueron sus nombres de antaño. Hoy, Chico, Repique, Piano y Bombo, son los tambores de esa tradición heredada de África de llamar, de transmitir sentimientos y emociones.

Cuánto han comunicado y tienen aún por hacer a través de su ritmo. Según Luis Ferreira, el tambor actual es “un único tipo de tambor en tres tamaños enominados piano, repique y chico, en orden de mayor a menor tamaño y correspondiente sonoridad del grave al agudo. Es un tambor abarrilado unimembranófono liviano, abierto en el extremo opuesto al parche: es de fabricación artesanal a partir de duelas de madera.”

El Escobero, antiguo bastonero que dirigía y animaba la comparsa, dando inicio y finalización al Candombe. Con su escobilla abría los caminos para que la comparsa tuviera un buen desempeño y con sus pases mágicos alejaba los malos presagios. Resalta en su indumentaria el taparrabo de cuero, adornado con cintas de colores y cascabeles.

La Mama Vieja personaliza la sabiduría y representa la ancianidad reverenciada.

Es madre, abuela, sabia y dulce, portadora y transmisora de la cultura ancestral africana. Es reina de la comparsa. Es importante mencionar que su influencia alcanzó también a los niños blancos, pues como “ayas” o “nodrizas” compartían con ellos sus cantos, mitos y arrullos, así como la mística de la cultura africana con sus tradiciones y su religiosidad.

El Gramillero, con su barba blanca y su bastón, representa a la sabiduría, expresada a través de los yuyos, de las hierbas (“gramillas”) que lleva en una maleta que dice “Doctor” o “Brujo”. Es el símbolo de la vida tribal.

Sería el sucesor del Rey de la Sala de Nación. Su indumentaria incluye galera y levita. Su paso característico es un “temblequeo” que asemeja los estados de trance rituales.
Ruben Galloza, Candomberos (1997).

Fuente: Revista del Día del Patrimonio.

Isidoro de María: Testigo-cronista del Montevideo Antiguo

Isidoro de María: Testigo-cronista del Montevideo Antiguo
Arturo Sergio Visca

Isidoro de María -
Caricatura de Schutz,
en "Caras y Caretas" año II Nº 29
Montevideo 1º de Febrero de 1891
El cronista de la Patria Vieja

El interés que despierta la obra de un escritor, y, asimismo, la importancia que lo misma tiene dentro del contexto cultural en que se inscribe, no siempre provienen de sus calidades literarias o de su profundidad conceptual. Son otros los motivos que, en ocasiones, determinan su validez. Esta es, precisamente, la situación en que se ubica la obra de Isidoro De María en el contexto de la cultura uruguaya. Si, con un enfoque indudablemente erróneo, se juzgara su vasta labor de publicista desde una perspectiva rigurosamente critica en lo que se refiere a sus valores científicos y literarios poco serio lo que de ella merecería un juicio abiertamente afirmativo. Su pensamiento historiográfico "no trasciende los alcances de la crónica, ni supera sus limitaciones conceptuales", según afirma Juan Antonio Oddone en su artículo La historiografía uruguaya en el siglo XIX. Apuntes para su estudio (Apartado de La Revista Histórica de la Universidad, Montevideo, 1959); sus cualidades de escritor no alcanzan, en cuanto a creación verbal, un nivel de real jerarquía. Estas observaciones negativas no invalidan, sin embargo, la obra de Isidoro 0e María. Ella mantiene vivo su interés aunque este se sostiene en pilares axiológicos no estrictamente científicos ni literarios. En esa obra, de débil andamiaje conceptual y sin grandes valores literarios, fue adquiriendo expresión, según dice el mismo Oddone en el articulo citado, "un pasado que aún carecía de conciencia de si mismo y no se decidía a integrarse al espíritu colectivo de la nación". Esta inmersión en las raíces de la nacionalidad para darles expresión es el pulso que palpita en la obra de Isidoro De Maria y le da color de vida. El interés de su labor proviene precisamente de la vida que le comunica esa pulsación perceptible a través de la humildad estilística y de la ingenuidad metodológica. Sus páginas irradian el calor de lo auténticamente vivido y que es comunicado por el imperio de una igualmente auténtica necesidad expresiva. Su labor está sentida como un acto de servicio para la nación. La vida de Isidoro De Maria fue larga y laboriosa.

Los perfiles de esa vida han sido trazados por Juan E. Pivel Devoto en la semblanza que figura en Rasgos biográficos de hombres notables de la República Oriental del Uruguay (Claudio García & Cia., Editores, Montevideo, 1939). Nacido en Montevideo en enero de 1815, Isidoro De Maria murió en la misma ciudad, a los 91 años, el 16 de agosto de 1906. Sus padres fueron Juan Maria De María, italiano y artillero al servicio de España, y Maria Luisa Gómez, argentina. Realizó estudios primarios en la Escuela Lancasteriana de su ciudad natal. Completó luego por si mismo su cultura. En 1829 ingresó corno tipógrafo en la Imprenta del Estado. Vinculado desde entonces con los hombres de letras del país, inició, apenas adolescente, su actividad periodística, que lo llevó, años más tarde a fundar El Constitucional, que apareció entre 1838 y 1846. Fue Vice Cónsul del Uruguay en Gualeguaychú (República Argentina).
De regreso al Uruguay, se dedicó a las actividades pedagógicas -fue miembro de la Comisión de Instrucción Primaria del Departamento de Montevideo y del Instituto de Instrucción Pública- acerca de las cuales escribe Juan E. Pivel Devoto: "La escuela de la época, en vísperas casi de la reforma de Varela, le debe algunos de sus más grandes adelantos: cursos nocturnos para adultos, escuela graduada, educación de la mujer, etc." También actuó en política: fue diputado por Soriano y Vice Presidente de la Cámara de Representantes. Pero desde 1878, en que fundó La Revista del Plata, dedicada enteramente a temas de historia del Uruguay, abandonó la actividad pedagógica, la política y el periodismo de combate para dedicarse en forma casi exclusiva a la investigación histórica, publicando entre 1880 y 1890 sus trabajos más completos, entre ellos los Rasgos biográficos citados y los tres primeros tomos de Tradiciones y recuerdos.
Montevideo antiguo y la sexta edición de su Compendio de la historia de la República Oriental del Uruguay. Los últimos años de su vida los dedicó, entre otras tareas, a la ordenación, clasificación y restauración de documentos históricos, en su calidad de Director del Archivo Nacional. Los frutos de esta larga vida laboriosa han sido así juzgados por Pivel Devoto: "Sus obras, que llenarían más de treinta volúmenes, escritas en forma sencilla, tienen ya el valor de las obras clásicas. La crítica histórica a la luz de nuevos métodos podrá formular a sus libros muchos reparos; pero lo indudable es que la consulta de ellos se hace imprescindible a todo aquel que estudie nuestro pasado. Porque De María trabajó sus obras no sólo con el elemento tradicional y los recuerdos, sino que dio a conocer centenares de documentos, muchos de ellos procedentes de sus colecciones particulares hoy dispersas" y concluye afirmando que Isidoro De María "murió rodeado de la respetuosa consideración de todos sus conciudadanos que veían en aquel anciano venerable al cronista de la patria vieja y al representante más auténtico de sus tradiciones."

Un testigo memorioso

De todas las obras publicadas por este hombre modesto y laborioso es, sin duda, Tradiciones y recuerdos. Montevideo antiguo la que mejor lo representa y la que tiene más atractivos para el lector no especializado. Pero es no sólo la obra más representativa de su autor sino también uno de los más vivaces testimonios sobre el pasado de nuestra ciudad. Las páginas del libro nacen de una actitud nostalgiosa, de un claro amor por un pasado fugitivo cuyo recuerdo se quiere hacer perdurable. Testigo durante casi un siglo de las transformaciones sufridas por su ciudad natal, lleno de "recuerdos que no han borrado de la imaginación los años", De Maria espigó, según sus propias palabras, en las cosas viejos de nuestra tierra, "para que no se pierdan y vivan en la memoria de los presentes y las conozcan los que vengan atrás." Guiado por este deseo, sostenido por su sereno aunque fervoroso amor por las tradiciones del país, De Maria fue hilvanando sus crónicas sin someterse a un plan rígido. Ellas surgieron y se organizaron de acuerdo a las espontáneas solicitaciones del recuerdo y la nostalgia. El resultado es sorprendentemente atractivo: el total de esas crónicas -algunas muy breves, casi meros apuntes de unas pocas líneas- componen cabalmente la atmósfera del Montevideo antiguo, de lo que la ciudad fue desde su iniciación colonial hasta 1830. Las cuatro últimas crónicas del libro cuarto (La Jura de la Constitución, El mobiliario de la Sala de Representantes en la Jura de la Constitución, El uniforme del Ejército y La visita de la plaza en la Jura y los abanicos) están destinadas, precisamente, a rememorar este solemne acontecimiento que el autor presenció cuando tenía 15 años y que recuerda cuando era ya octogenario. Esas, cuatro crónicas, donde destella, por momentos, la luz de una conmovido memoria personal, cierran la obra, cuyo conjunto se desgrana en múltiples temas. El autor recuerda edificios y lugares: la Matriz, los Bóvedas, el Fuerte, la Ciudadela, la Esquina Redonda; describe usos y costumbres: entierros, casamientos, ceremonias religiosas; revive tipos populares: el aguatero, el sereno, el pulpero, la lavandera; narra sucesos: los funerales de Blas Basualdo, la visita a Montevideo del canónigo Mastai Ferreti, futuro Pío Nono; retrata humildes personajes históricos, Pepe Onza, Calderilla, Victoria la cantora, el Licenciado Molina, doña Mercedes, la de los ombúes. Todo este material tan variado, pintoresco y sugerente es ofrecido con trazos rápidos, a veces esquemáticos, como si el autor solicitara lo colaboración del lector y lo indujera al ejercicio de la imaginación.

El libro de Isidoro De María incita a descubrir tras el Montevideo de hoy el Montevideo de ayer. Incita, es posible decirlo así, a esa forma particular de la nostalgia que es la nostalgia de lo no vivido.En su mayor parte, los crónicas de Montevideo antiguo rememoran y hacen revivir cosas humildes, a las que no se les despoja de su originaria y o veces risueña humildad. En esta fidelidad constante al ser originario de las personas y cosas con las cuales trabaja, en ese no deformarlas ni siquiera para embellecerlas, reside precisamente la mayor virtud de las crónicas de Isidoro De Maria. No desarrolla una anécdota ni ahonda los rasgos de un personaje ni siquiera cuando ellos ofrecen elementos propicios para ser novelados. Tampoco hay en sus páginas hallazgos estilísticos. En otro escritor, estos rasgos podrían ser una limitación y un defecto. En Isidoro De Maria, no. Es de ese modo fiel a su naturaleza. No fue ni un imaginativo ni un estilista y no pretendió serlo. Sólo fue, y se atuvo a ello, un cronista amable que supo desaparecer detrás de los objetos de su amor (y si en algo aparece el autor en Montevideo antiguo es sólo como legitimo consecuencia de que él mismo fue parte de ese Montevideo del cual quiso ser y fue el cronista). Y por lo mismo, la nitidez de visión y la fuerza comunicativa de sus crónicas nacen sustancialmente de la limpidez de alma de su autor y de su entrañable consustanciación la materia con la que trabajó. Es ella la que determina el dibujo de sus crónicas. El autor es sólo el portavoz de esa materia a la que obedece dócilmente. El triunfo de Isidoro De Maria es el triunfo de lo humildad. Lo auténtico de sus páginas es el resultado de la posesión de virtudes morales y no del manejo de grandes cualidades literarias. Conviene recordar esto para que todo cotejo entre Isidoro De Maria y su indudable inspirador Ricardo Palma se haga con la conciencia de que las cualidades de ambos, y sus valores, por consiguiente, son de diferente naturaleza. Ricardo Palma, sagaz literato y brillante hombre de letras, contorsiona la materia tradicional, la enriquece imaginativamente y la somete a sus intenciones estéticas, mientras que Isidoro De Maria, despojado de grandes ambiciones en cuanto a creación literaria, se ciñe a la realidad y deja que ella, ofrezca por si misma sus pequeños pero muchas veces encantadores destellos Ambos autores parten de una intención igual: revalidar y hacer amor el pasado. Pero lo hacen de distinto manera y llegan a diferentes resultados. Conviene buscar en cada uno de ellos solamente lo que cada uno ofrece. Coda cual ha creado su propio mundo, sujeto a sus propias leyes. Un cotejo de los Tradiciones peruanas, de Ricardo Palmo, y el Montevideo antiguo, de Isidoro De María, solo puede ser válido si se tiene en cuenta, lúcidamente, sus radicales diferencias. Sólo de este modo ese cotejo enriquecerá la comprensión de ambos obras.

Lo lejano es lo íntimo

Un ser humano que no recordara su infancia seria un ser sin efectivas raíces vitales. De igual modo, una colectividad que no sepa su pasado es una colectividad carente de raíces. Rescatar esas raíces para los montevideanos es lo que se propuso y logró Isidoro De María en su Montevideo antiguo que es, se puede decir así, una especie de memoria colectiva a través de la cual un pasado -el de una ciudad- se expresa y se preserva. Alguien ha dicho que lo lejano es lo intimo, y en esta lejanía temporal que las crónicas de Montevideo antiguo recogen, el lector de hoy encuentra una intimidad que no le es ajeno: la intimidad de su pasado no individual sino colectivo. Es esa intimidad la que crea la atmósfera poética que irradia esta obra que, en modo alguno, se propuso ser poesía. Porque esa poesía no fue puesta por Isidoro De Maria en sus crónicas sino que proviene naturalmente del tema de las mismas, es la poesía que, para quien no carezca de sensibilidad histórica, se encuentra siempre en la rememoración del pasado individual o colectivo y es, aunque parezca paradójico, ese sentimiento del pasado, que espontáneamente se transfigura en sentimiento poético, lo que hace que estas páginas irradien un sabor de inmarcesible frescura y juventud. En las páginas de Montevideo antiguo lo que fue se hace presencia vivo o presente permanente. Leer las crónicas de Isidoro De Maria, a quien sus contemporáneos vieron, en sus últimos años, como una encarnación viviente del pasado, es reencontrarnos a nosotros mismos en nuestros antepasados.


Arturo Sergio Visca
Almanaque del Banco de Seguros del Estado 1977

Ricardo Palma: Tradicionista, escritor y periodista peruano.

Ricardo Palma: Tradicionista, escritor y periodista peruano.


Ricardo Palma en 1864


Manuel Ricardo Palma Soriano (Lima, 7 de febrero 1833 - Miraflores (Lima), 6 de octubre 1919).

"La tradición -en el sentido que Palma la ha impuesto al mundo literario- es flor de Lima. La tradición cultivada fuera de Lima y por otra pluma que no sea la de Palma, no se da bien, tiene poco perfume, se ve falta de color".
Rubén Darío

Vida



Ricardo Palma fue hijo de Pedro Palma Castañeda y de doña Guillermina Soriano Carrillo; nieto paterno de Juan de Dios Palma y de Manuela Castañeda. Nació en Lima a los pocos años de la independencia del Perú.




Desde joven tiene escarceos con la política desde el bando de los liberales, lo cual le lleva a participar en una conjura fallida contra el presidente Ramón Castilla que resulta en su destierro a Chile durante tres años. La política le deparará los cargos de Cónsul del Perú, Senador por Loreto y funcionario del Ministerio de Guerra y Marina. Pero fueron las letras la actividad en la que destacó. Desde temprano empieza a escribir poesía y piezas teatrales, asimismo a realizar colaboraciones en periódicos del país. Tiene una gran presencia en la prensa satírica, en la que es un prolífico columnista y uno de los baluartes de la sátira política peruana del XIX. Empieza colaborando en la hoja satírica El Burro para ser posteriormente uno de los principales redactores de La Campana. Más delante funda la revista La Broma.



También es un colaborador asiduo de publicaciones serias como El Mercurio, El Correo, La Patria, El Liberal, Revista del Pacífico y Revista de Sud América. También actúa como corresponsal de periódicos extranjeros durante la Guerra del Pacífico.



En(1872), se ve publicada la primera serie de su obra capital Tradiciones Peruanas.



A lo largo de su vida va publicando artículos históricos, trabajos de investigación como Anales de la Inquisición de Lima e incluso estudios lexicográficos sobre la variedad peruana del español.
El éxito cosechado por sus Tradiciones y su incansable quehacer intelectual convierten en una figura reconocida en vida no solamente en su país sino en todo el mundo de habla hispana, que lo acoge como uno de los escritores clásicos de prosa más amena del continente americano. Es miembro correspondiente de la Real Academia Española, la Real Academia de la Historia y de la Academia Peruana de la Lengua así como miembro honorífico de la Hispanic Society de Nueva York. En 1881 participa en la defensa de Miraflores durante la batalla de Miraflores del 15 de enero de 1881, en el Reducto Nº 2, al mando del coronel Ramón Ribeyro, donde las tropas invasoras luego de la batalla, incendiaron la ciudad incluyendo su casa. En 1883, es nombrado director y restaurador de la Biblioteca Nacional del Perú.



Contrajo matrimonio con Cristina Román Olivier; siendo padre de varios hijos. Su hijo Clemente Palma fue un destacado escritor, autor de cuentos fantásticos, generalmente de terror e influidos por Edgar Allan Poe y su hija Angélica Palma fue una de las fundadoras del movimiento feminista peruano. Muere en la localidad limeña de Miraflores, en 1919.



Don Ricardo Palma estuvo en 2 oportunidades cerca de perder la vida; la primera fue en 1854 cuando trabajaba en un barco como contador de la armada peruana y este se hundió, como él no sabia nadar un marinero fanático de él lo salva; la segunda fue cuando aún estaba en el ejercito él estaba en el torreón (en el combate del 2 de Mayo) y su comandante le ordena llevar una carta a otro sitio para saber como se encontraban y 2 minutos después de que el abandona el torreón, este es destruido por una bomba enemiga.



Obra literaria



Su producción literaria convencional (poesía principalmente) queda, desde sus primeras colaboraciones en la prensa, desplazada por relatos cortos que narran en forma satírica y plagada de giros castizos las costumbres de la Lima virreinal. Empiezan a ser publicados en prensa bajo el nombre de Tradiciones. Este estilo de cuadro de costumbres lo inscribe, por la época de su eclosión y por su temática (no así por su forma, completamente original) dentro de lo que podría considerarse (no sin críticos al respecto) Romanticismo peruano. De este modo tenemos en las Tradiciones un referente romántico similar a los cuadros de costumbres de Larra o a las Leyendas de Bécquer.



Son las Tradiciones la obra más significativa y definida de Ricardo Palma. Empiezan a editarse como tales bajo el nombre de Tradiciones Peruanas que aparecerán en nueve series y dos adicionales a lo largo de la vida del autor. Es esta obra la que define a Palma como creador de un género literario netamente peruano: el Tradicionismo y lo que lo convierte a él en el tradicionista por antonomasia. De una inicial temática virreinal y de la Conquista, las Tradiciones van extendiendo su narración de hechos anecdóticos a las primeras décadas de la República, dedicándose una gran cantidad de relatos a historias sobre los Libertadores y la Guerra de la Independencia. De forma marginal existen algunos relatos de tradiciones precolombinas, como Palla-Huarcuna o La achirana del inca.



Aparte de las Tradiciones, publica Anales de la Inquisición de Lima o Monteagudo y Sánchez Carrión (ambos de carácter histórico), también Verbos y Gerundios (poesía), asimismo Neologismos y Americanismos, Papeletas Lexicográficas (frutos de su trabajo lingüístico), Cachivaches (artículos literarios), Recuerdos de España, El Demonio de los Andes (sobre el lugarteniente de Gonzalo Pizarro, Francisco de Carvajal), La bohemia de mi tiempo...



Merece destacarse la publicación póstuma de Tradiciones en Salsa Verde, en la misma línea que Tradiciones Peruanas pero conformada por relatos de índole picante que nunca fueron entregados a la imprenta por miedo a escandalizar a una Lima moralista.

La Cueva del Guácharo de Arístides Rojas. Fragmentos varios en honor a Humboldt y Codazzi

ESCRITOS DE ARÍSTIDES ROJAS. FRAGMENTOS

Alejandro Humboldt, retrato de Friedrich Georg Weitsch, 1806


"Recuerdos de Humboldt y Codazzi"
La Cueva del Guácharo



Agustín Codazzi


"He aquí un tema inagotable; la descripción de esta maravilla de Venezuela, célebre desde el día, en que ahora setenta y seis años, la visitó aquel Humblodt que ha dejado su nombre en ambos mundos, por donde quiera que su genio interpretó los fenómenos de la Creación. He aquí un tema para el naturalista, y para el viajero, y para el jeólogo, y para el pintor, y para el hombre de la naturaleza, y para el hombre de la historia, porque en la Cueva del Guácharo no es solo la armonía plástica lo que cautiva, sino también la vida en su múltiple belleza, la tradición en sus oríjenes, el mito que hermosea con sus luces indecisas los recuerdos del pasado.

Pero, al enviar á los Redactores de LA TERTULIA la más bella y completa descripcion que hasta hoi se ha publicado de la célebre caverna, rindamos un homenaje al jeógrafo de Venezuela, que la exploró de una manera notable en 1835, y saludemos al mismo tiempo, esa memoria de Humboldt, el primero que dió a conocer al mundo de las ciencias esta maravilla del Continente americano, situada en la rejion oriental de Venezuela.- Unas líneas, por lo tanto, sobre el gran Humboldt, lijeras reminiscencias históricas que sirven de apéndice al trabajo de Codazzi, ¿no serian para el rector que desea conocer la gruta, como esos tenues rayos de la luz del dia, que acompañan al viajero hasta cierta distancia, en que armado con la tea encendida penetra con seguridad en las salas májícas del palacio subterráneo?


Entrada actual de la cueva del Guacharo
Cuentan que en los primitivos dias de la conquista castellana, los primeros misioneros que se establecieron en las cercanías de la Cueva del Guácharo, tuvieron que refujiarse en esta, huyendo de los caciques chaimas, que los perseguian; y que allí, en medio de las tinieblas, celebraron los misterios de la relijion de Cristo, hasta que triunfantes las armas castellanas, se entregaron libres y contentos al desempeño de su misión evanjélica. Y refiérese también que en la mitolojía de los chaimas la Cueva del Guácharo era la mansión de las almas, y que los indios respetaban aquel recinto en cuyo centro reposaban sus antepasados. Por esto en la lengua de los chaimas, bajar al Guácharo, quiere decir: morir, descender a la eterna noche.

Estas tradiciones, unidas a relatos fantásticos, y a leyendas extraordinarias, relacionadas con la caverna, exaltaron la curiosidad de Humboldt, quien, a los pocos días de su llegada a Cumaná en 1799, emprendió su viaje de exploración hácia las rejiones occidentales de la provincia, con el principal objeto de estudiar la cueva, tema constante de tantos relatos.

¿Seguiremos las huellas del sabio en sus variadas excursiones? ¿Nos detendremos en cada uno de los sitios que deleitaron sus miradas y cautivaron su espíritu, lleno de emociones al encontrarse en medio de una naturaleza selvática, siempre renovada? No; nos detendremos solamente, cuando después de haberle visto recorrer las alturas del Cuchivano y de Cumanacoa, se detenga en la meseta de Cocollar, para contemplar el paisaje nocturno."

De su diario personal refiere:

"Nada hai comparable a la impresión de la calma majestuosa que deja el aspecto del firmamento en aquel lugar solitario. Al anochecer, fijando la mirada en aquellas praderas que ciñen el horizonte, y en aquellas llanuras cubiertas de yerbas, lijeramente onduladas, creíamos divisar a lo lejos la superficie del Océano que sostenia la bóveda estrellada del cielo. El árbol, bajo el cual estábamos sentados; los insectos luminosos que vagaban en torno de nosotros; las constelaciones que brillaban hacia el Sud: todo parecia indicarnos que estábamos lejos de nuestro suelo natal: si entonces, en medio de aquella naturaleza exótica, se oia en el fondo del valle, el sonido de un cencerro, ó el mujido de una vaca, venia al instante el recuerdo de nuestra patria; y eran como voces lejanas que resonaban al otro lado de los mares, y cuyo májico poder nos trasportaba de uno á otro hemisferio.


Ubicación de la cueva del Guacharo en el Oriente de Venezuela

Poco después de la noche en que Humboldt contemplaba este paisaje tropical, se encontraba frente á la gran maravilla que deseaba estudiar, en el pintoresco valle de Caripe. Nuevo panorama el que debia exhibirse á sus ojos, cuando acompañado de los padres misioneros del convento de Caripe, y de algunos indios chaimas, quiso visitar en cierto dia la espaciosa gruta del Guácharo.- La maravilla parecía aguardarle, pues la mañana se ostentó risueña; y dispuesto estuvo el ánimo de los viajeros. Afuera la vejetacion espléndida, espontánea, rica en formas y en especies, que coronaba la gruta con sus penachos de plantas: adentro, la vejetacion subterránea, pobre; pero como un fenómeno de las fuerzas fisiolójicas: afuera el ave libre y la luz del dia: adentro los propietarios feudales de la cueva, el guácharo y su prole entre tinieblas, y el rio subterráneo y las prolongadas galerías trabajadas por la gota de agua, que debian en breve retumbar á los gritos de las aves nocturnal en su choque contra la luz artificial y contra el hombre, intruso en aquellos antros de la muerte. El recuerdo de los mitos y supersticiones locales; lo sagrado del recinto por la tradición indíjena y por la celebración de los misterios cristianos, cuando los patriarcas de la selva, huyendo de las belicosas tribus chaimas, se refujiaron en la gruta, como los primitivos mártires en las catacumbas de Roma; todo contribuia á hacer célebre la visita del hombre de ciencia en aquel templo de la naturaleza subterránea. El hombre primitivo de América y el pastor del Evangelio, el ave nocturna y la flor de los campos, he aquí el cortejo del explorador ansioso que, armado de instrumentos, debia herir la roca calcárea, establecer la edad de la gruta; fijar la temperatura del ambiente y de las aguas, estudiar la anatomía del guácharo, y recrearse á la vista de las cristalizaciones caprichosas que cual obeliscos se levantan en el Tártaro de los chaimas.

Inspirado por la idea de lo desconocido, y guiado por la laz del jenio, Humboldt penetra en la gruta. Sus miradas se fijan por todas partes, y con la curiosidad del niño se detiene á cada instante: la roca, la planta, el insecto, todo lo cautiva y de todo se ocupa, mientras el silencioso cortejo sigue sus pasos. A poco andar llegan á sus oídos los gritos lastimeros de las ayes nocturnal, que han divisado á los nuevos huéspedes de la caverna. Humboldt sigue, y á proporción que avanza, la gritería de las aves se aumenta, la luz del ida escasea y el claro oscuro de la cueva se ostenta con sus primeras sombras. Enciéndense las teas, y su estremecimiento involuntario se apodera de los indios chaimas, al tener que penetrar en aquel recinto sagrado por la tradicion y respetado por ellos. La comitiva continúa, impelida ya por Humboldt, en medio de aquella espantosa algazara en que las ayes se defender del hombre y de la luz artificial. A los resplandores de esta, se proyectan en la bóveda las numerosas estalactitas, y el hombre, el ave, y las paredes de rocas, todo participa de aquella naturaleza terrible envuelta por las sombras del misterio. Adelante! dice Humboldt.- Adelante! repiten los misioneros: unos y otros en pos de la verdad; mas el chaima se revela: mientras en unos domina el ardor del entusiasmo, en los otros se pinta el espanto: son dos civilizaciones que se encuentran. A pesar de todo, los indios son vencidos y la caverna, continúa; pero llega un momento en que los chaimas dominados por el terror, se niegan firmemente á seguir: habíase llegado á aquel limite en que la fuerza es impotente ante la supersticion religiosa. Ni las súplicas de los misioneros, ni las promesas del sabio, pudieron desvanecer las creencias de los indíjenas; y cuando Humboldt habia alcanzado apenas la distancia de 570 varas, hubo de retroceder. Un obispo de Guayana habia sido mas afortunado, en remotos tiempos, pues habia podido llegar hasta la distancia de 960 varas.

Bastábale al sabio lo que habia visto: habia examinado la estructura de las capas calcáreas, y conocia la edad jeolójica de la montaña: estaba en posesion del ave nocturna, nuevo tipo de la seri animal, con el cual debia enriquecer la ciencia ornitológica: habia sorprendido las fuerzas vitales en sus antros subterráneos, y la temperatura interior en sus cambiantes á la sombra, habia, en fin, elevando su planta en aquel Aqueronte de los chaimas que, á semejanza del de los griegos, tenia sus aguas y aves estijias, su Cocito y sus sombras, como para revelar que la humanidad ha tenido en toda parte un orijen mítico, que ha hermoseado con lo maravilloso la cuna de todos los pueblos. ¿Qué mas podia desear? Habia dejado su nombre, que debia ser para los futuros exploradores del continente americano, lo que las estrellas para el navegante.

Pertenecia el jeógrafo de Venezuela, treinta y seis anos mas tarde, descubrir por completo aquella maravilla de la naturaleza, cruzar sus aguas subterráneas, sobreponerse a las preocupaciones indíjenas, fijar las alturas jeográficas interiores, descubrir las dilatadas galerías tachonadas de estalactitas, vencer la sublevación de los guácharos armados en defensa de su prole, pasar de la algazara al silencio eterno, y seguir hasta grabar en la última roca de aquel dilatado recinto, allá, á la distancia de 1.285 varas, el NON PLUS ULTRA. ¡Cuanta gloria, seguir las huellas de Humboldt y complementar la obra del sabio!

Galería dentro de la cueva del Guacharo

-"Aquí estuvo Humboldt" es la primera frase con la cual saluda el viajero explorador la Cueva del Guácharo; y todos siguen las huellas de Humboldt y de Codazzi, no ya en solicitud del ave nocturna que ha dado su nombre a la gruta, y la cual se encuentra en muchos lugares de Venezuela; no en solicitud de nuevas leyes y de nuevos fenómenos naturales, sino en solicitud del arte jeolójico, de las salas májicas, trabajo inmortal de la gota de agua, que no tomo de la paleta de la naturaleza sino el calcáreo para formar los obeliscos y las cristalizaciones del infierno chaima Dos nombres se destacan en el vestíbulo de este templo del arte divino.... HUMBOLDT .... CODAZZI.
Caracas, marzo 1° de 1875.
ARÍSTIDES ROJAS


A continuación se reproducirán algunos párrafos de la obra Estudios Indígenas: Refiriéndose a las descripciones de HUMBOLDT en su viaje por el Orinoco nos dice (ROJAS, 1874: 2, 1878: 20 1908: 190, 1944: 29).

"Refiere Humboldt, que un misionero franciscano, habiéndose refugiado, en cierta ocasión por casualidad, en una caverna cerca de Uruana, en la villa occidental del Caura, tropezó de pronto con una gran roca de granito que tenía esculpidos caracteres reunidos en muchos grupos y colocados en una misma línea".

Luego al referirse al origen y significado de diversas palabras de uso en Venezuela, nos habla de la palabra guácharo (ROJAS, 1878: 96; 1944: 100):

"El adjetivo guácharo que trae el Diccionario de la lengua, y significa, el que esta constantemente llorando ó lamentándose, el hombre enfermizo y por lo común el hidrópico y abotagado, ¿es vocablo castellano? Larramendi dice que se origina del vascuence y significa el enfermizo, de la voz guácharo, adverbio que significa enfermamente, de gacho que en otro dialecto es gaitza. Guácharo, llorón. Pero, como para este autor, casi todas las voces castellanas se derivan de aquella lengua madre, sucede que la duda, en lugar de ser resuelta, se aumenta ante la notable manía etimológica del escritor vasco. Guácharo, guacharaca, son vocablos venezolanos que pertenecen a la lengua caribe y á sus dialectos chaima, cumanagoto y tamanaco. Los caribes y tamanacos, llaman la guacharaca vachiaraca. Hai, en la última parte de este vocablo, algo onomatópico. La guacharaca, como el guácharo, son aves mui gritonas, i la primera, que por lo común habita los pantanos y ciénagas, anuncia la proximidad del invierno: es una de las aves meteorologicas de Venezuela.

¿No serán estos vocablos de origen quechúa? En el Perú, el guácharo habita las cavernas; como en Venezuela huakhua significa ave, del sánscrito vak (gritar), según López. Huakani equivale á llorar, invocar, llorar con grito, y se aplica tambien al chillido de los animales. Huako es el nombre quechua del halcón. Una de las raíces madres del idioma quechúa es huac que equivale a voz. Por otra parte, huakcha significa pobre, miserable, lleno de desgracia (como guácharo en español). Lo que más caracteriza a las aves mencionadas son sus gritos lastimeros ".

El nombre de Arístides Rojas en la Espeleología de Venezuela
Galería Arístides Rojas de la Cueva Cajigal (Mi. 40)

Esta cueva fue descubierta el 20-7-52 por Roberto Contreras, al norte de Birongo, Estado Miranda. Su descripción catastral y planos aparecen en SOCIEDAD VENEZOLANA DE ESPELEOLOGIA (1973). Desde las primeras exploraciones, la galería E- N del plano arriba señalado, fue bautizada con el nombre de Galería Arístides Rojas (DE BELLARD & CONTRERAS, 1952), mientras que otra galería que corre casi paralela a esta, se denominó Galería Anton Göering.

Monumento Natural Arístides Rojas o Morros de San Juan, Estado Guárico. Comprende un área de 1,63 Km2 que incluyen los famosos "morros", o localidad tipo Venezolana del carso tipo mogotes o torre. Estos morros encierran numerosas cuevas y simas. El Monumento Nacional fue creado por el decreto 318 del 11-11-49 y publicado en la Caceta Oficial, No. 23.073 del 1411-49, páginas 167.650 a 167.651.

Rojas, Arístides. Reseña biográfica

Rojas, Arístides


Caracas, 5.11.1826 _ Caracas, 4.3.1894

Naturalista, médico, historiador y periodista. Hijo de José María Rojas Ramos y de Dolores Espaillat, dominicanos que en 1822, habían llegado a Venezuela huyendo de las conmociones que agitaban a su isla nativa. Hermano de Carlos Eduardo, José María y Marco Aurelio Rojas Espaillat. Su padre había sido administrador de la aduana de La Guaira, concejal y diputado al Congreso Nacional.

Rojas asiste al colegio Independencia, donde tiene de compañeros a los hijos de José Antonio Páez y de Antonio Leocadio Guzmán y como maestro a Fermín Toro. Contribuyen a su educación la proximidad de Santos Michelena, Antonio Leocadio Guzmán, Juan Manuel Cajigal y José María Vargas, frecuentadores de las tertulias del Almacén Rojas, librería y centro editorial fundado en Caracas por su padre en 1838. A los 18 años de edad, comienza sus estudios de filosofía en la Universidad Central de Venezuela.

Bajo seudónimo, aparecen sus primeros artículos sobre aspectos costumbristas y de folklore, así como adaptaciones y traducciones del francés. En 1846, entra a estudiar medicina. Se gradúa en 1852, a los 26 años de edad y comienza a ejercer como médico rural en Escuque y Betijoque (Edo. Trujillo). En 1855, debe regresar bruscamente a Caracas, al morir su padre, víctima de la epidemia de cólera que azota a la capital durante ese año. Se encarga entonces de la editorial Rojas Hermanos y, con su hermano Marco Aurelio, publica una serie de Estudios científicos sobre las ciencias de la naturaleza.

En 1857, sale de La Guaira hacia Estados Unidos y Francia. En París, perfecciona sus estudios en los campos de las ciencias naturales y médicas. Se interesa profundamente por la obra de Alejandro Humboldt; desea regresar a Venezuela, pero los acontecimientos de la Guerra Federal lo obligan a radicarse en Puerto Rico, donde ejerce su profesión de médico, estudia y escribe.

En 1864, regresa a Caracas. Bajo la influencia de los escritores franceses, hace tentativas para asociar la ciencia y la literatura; como exponente de esta concepción, publica El rayo azul en la naturaleza y en la historia el cual es editado en 1868, «...para dedicar el beneficio económico a los hospitales de sangre y a los hermanos [...] de ambos partidos, únicas víctimas de nuestras pasiones políticas...» Son momentos en que se desata la guerra civil contra el gobierno de la Federación. A la aridez de los temas científicos, Rojas proporciona un lenguaje poético donde la imagen juega una función estética y espiritual.

Miembro fundador y vicepresidente de la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales presidida por Adolfo Ernst (1867), Rojas presta su colaboración al movimiento científico encabezado por Ernst, difusor de las teorías darwinianas, aunque su propia fe cristiana no le permite compartir las ideas materialistas del sabio alemán. Pero no deja de reconocer la importancia que tiene este nuevo movimiento científico para el país.

En colaboración con Manuel Díaz, publica Apuntes para el repertorio de plantas útiles de Venezuela (1866), orientando el estudio de las ciencias naturales hacia las aplicaciones productivas; propugna en esta publicación la creación de herbarios y jardines nacionales. Escribe sobre sismología, describiendo los movimientos de la cordillera Central y definiendo sus variaciones en altura, a partir de las mediciones de Humboldt. Actualiza la Geografía de Venezuela de Agustín Codazzi y la adapta para niños (1870). En el campo literario, funda la Sociedad de Bibliografía Americana. Publica artículos costumbristas bajo los seudónimos de Bibliófilo, Camilo de la Tour o Provincial y poesía, bajo el seudónimo de E. D'Aubry. A mediados de la década de 1870, después de enviudar de Emilia Ugarte, quien falleció cuando llevaban apenas un año de matrimonio, Rojas abandona el ejercicio de la profesión médica y se encierra a escribir, rodeado de sus colecciones de libros, obras de arte, antigüedades, numismática, heráldica, objetos indígenas, orquídeas.

De 1875 hasta 1882, dirige las ediciones anuales del célebre Almanaque para todos editado por la empresa Rojas Hermanos. Realiza esporádicas excursiones de naturalista a los alrededores de Caracas. En 1876 publica Un libro en prosa: miscelánea de literatura, ciencia e historia, prologado por el poeta José Antonio Calcaño. Esta obra presenta una selección y clasificación de sus publicaciones hemerográficas.

En la Universidad Central de Venezuela se le confiere medalla de oro en atención a su obra El elemento vasco en la historia de Venezuela (1874). La Academia de Ciencias Sociales premia en 1878, su obra Estudios indígenas, contribución a la historia antigua de Venezuela. Considera Rojas el conocimiento científico de las civilizaciones indígenas como el preámbulo necesario de todo estudio histórico de la nacionalidad. En 1889, declina el sillón que se le ofrece en la recién fundada Academia Nacional de la Historia, por dejarle el honor a otros.

En 1890, celebra un contrato con el Gobierno para dedicarse, mediante el pago de una pensión de Bs. 1.000 mensuales, a terminar y ordenar sus libros de historia para que el Estado los edite. Pero sólo se publica, en 1891, el primer tomo de sus Estudios históricos, orígenes venezolanos.

En 1892, junto con Adolfo Ernst y otros colegas, prepara el material que conforma el pabellón de Venezuela en la Exposición Universal de Chicago. En esa oportunidad, se envían muestras botánicas y objetos de uso tradicional, históricos y de arte; el folleto que describe la exhibición contiene varios artículos de Rojas sobre Venezuela y sus recursos.

A su muerte, deja inédita su obra Folklore venezolano (publicada en 1967), así como los demás tomos contratados de su obra histórica. En 1944, en el cincuentenario de su muerte, una bibliografía de sus obras es elaborada por Pedro Grases para la Biblioteca Nacional. Espíritu de curiosidad universal, Arístides Rojas puede ser considerado como uno de los más destacados divulgadores científicos que ha tenido Venezuela y como el padre de la investigación científica de la historia nacional. Desde el 21 de septiembre de 1983 sus restos reposan en el Panteón Nacional.

Jeannine Sujo Volsky

BIBLIOGRAFÍA: directa: ROJAS, ARÍSTIDES. Capítulos de historia colonial venezolana. Madrid: Editorial América, 1919; __. El 5 de julio de 1811. Caracas: Ediciones Centauro, 1980; __. Costumbristas venezolanos. Caracas: R.J. Ediciones, 1980; __. Crónica de Caracas. 2ª ed. Caracas: Fundarte; 1994; __. Crónicas y leyendas. Caracas: Monte Ávila, 1979; __. El rayo azul en la naturaleza y en la historia. Caracas: Tipografía de los Estados Unidos de Venezuela, 1868; __. Estudios históricos. Caracas: Litografía y Tipografía del Comercio, 1926-1927. 3 v.; __. Estudios históricos: orígenes venezolanos. Caracas: Imprenta Nacional, 1972; __. Estudios indígenas: contribución a la historia antigua de Venezuela. 3ª ed. Caracas: Librería Las Novedades, 1944; __. Humboldtianas. Caracas: Editorial Cecilio Acosta, 1942; __. Leyendas históricas de Venezuela. Caracas: FUNDARTE; 1995; __. Obras escogidas. París: Garnier Hermanos, 1907; __. Orígenes de la revolución venezolana. Caracas: Imprenta de La Opinión Nacional, 1883; __. Un libro en prosa, miscelánea de literatura, ciencia e historia. Caracas: Rojas Hermanos Editores, 1876. indirecta: GRASES, PEDRO. Bibliografía de don Arístides Rojas (1826-1894). 2ª ed. Caracas: Fundación para el Rescate del Acervo Documental Venezolano, 1977; NÚÑEZ, ENRIQUE BERNARDO. Arístides Rojas: anticuario del Nuevo Mundo. Caracas: Ediciones de El Universal, 1944; SATURNO CANELÁN, JUAN. Arístides Rojas, mensajero de la tolerancia. Caracas: Litografía del Comercio, 1944; USLAR PIETRI, ARTURO. Arístides Rojas (1826-1894). Caracas: Fundación Eugenio Mendoza, 1953.

HEMEROGRAFÍA: RODRÍGUEZ, MANUEL ALFREDO. «Arístides Rojas: descubridor y civilizador». EN: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, núm. 309, enero-marzo, 1995.

ICONOGRAFÍA: RETRATO, Arturo Michelena, óleo/tela, colección Fundación John Boulton, Caracas; reproducción, Uslar Pietri, Arturo, Cuéntame a Venezuela, Caracas, Editorial Lisbona, 1981. RETRATO, Arturo Michelena, óleo/tela, colección Galería de Arte Nacional, Caracas; reproducción, Uslar Pietri, Arturo, Cuéntame a Venezuela, Caracas, Editorial Lisbona, 1981. RETRATO, Antonio Herrera Toro, óleo/tela; reproducción: El Cojo Ilustrado, Caracas, núm. 370, mayo 15, 1907. FOTOGRAFÍA, Las Tres Américas, Nueva York, núm. 17, mayo 1894. RETRATO, Antonio Herrera Toro, óleo/tela; reproducción: Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, núm. 36, diciembre 1926.
FUENTE: Fundación Polar, Diccionario de Historia de Venezuela, 2ª Edición, Caracas: Fundación Polar, 1997.

El impacto de Ricardo Palma en América Latina

El impacto de Ricardo Palma en América Latina(*)

Estuardo Núñez



La "tradición" es el apelativo asignado a una forma de narración difícil de definir por las modalidades varias que adopta en los diversos países y aun dentro de la propia obra de un mismo autor. Gravita entre la leyenda y la anécdota histórica, entre los histórico y lo literario y se construye con un tanto de ficción y otro tanto de cultura histórica pero episódica, tomada de libros, documentos antiguos o de la tradición oral. Podríamos intentar la definición aproximada enunciando que es narración corta, evocativa de tiempos pasados, tomada de fuentes escritas u orales pero aderezada con elementos de ficción, de costumbres, con ingenio y gracia.

La "tradición" no es propiamente un género ni menos "un género nuevo". Es nada más y nada menos que una especie del género narrativo llamado cuento o de su variedad conocida como "cuento histórico"; fue contribución importante del romanticismo. Su característica más saltante es la retrospección al pasado, buscado como cimiento para construir la ficción, aunque también es peculiar que la acción se desarrolle en un ambiente local americano.

Para nuestros narradores del siglo XIX pareció sin duda insuficiente la denominación de "cuento histórico" y la prueba de ello es el usual subtítulo que evita este apelativo y que consigna, en afán de búsqueda de algo más original, más afín a la índole americana del relato y a su especial técnica narrativa, denominaciones distintas y diversas. Ricardo Palma, por ejemplo, utilizó antes de encontrar la expresión adecuada para sus relatos (o sea la voz "tradición") apelativos tales como "cuento nacional", "romance histórico", "romance nacional", "cuento de viejas", "cuadro tradicional", "cuento disparatado", "cuento de abuela", "crónica", etc. Sólo después de más de una década de búsqueda de la denominación más adecuada, adoptó definitivamente el apelativo "tradición". La misma actitud de evitar el uso de "cuento histórico" (aunque sus relatos lo sean en el fondo) se advierte en sus discípulos, quienes usan "historia tradicional" (Celso V. Torres), "leyenda tradicional" (F. Flores y Galindo), "leyenda histórica" (Clorinda Matto), "crónica peruana" (Aníbal Gálvez), "cuentecillo tradicional" (Nicanor Augusto Gonzáles), etc.

Pero a la larga se impuso "tradición" como apelativo para nombrar esa especial forma de narrar que Palma había caracterizado con su indudable talento literario. Sirvió sin duda para en-globar todas las diversas denominaciones utilizadas para relatos de la misma índole. La "tradición" resulta así una forma de contar, transcri-biendo lo que las gentes se cuentan o pasan de boca en boca y, en parte, como dice el Diccionario de la Real Academia Española, "la comunicación o trasmisión de noticias, composiciones literarias, costumbres, hecha de padres a hijos al correr de los tiempos" o, también, la "noticia de un hecho antiguo trasmitido de ese modo". Y por derivación, el mismo Diccionario apunta que "tradicionista" es "el narrador, escritor o colector de tradiciones".
Mas el Diccionario en mención omite la entrada del vocablo "tradición" en la acepción de especie, género o forma literaria. Tampoco existe esta acepción en otros diccionarios especializados en materia literaria ni en los de americanismos. No obstante esta ausencia de registro tan legítimo de aquella voz, la especie literaria así denominada ha proliferado extensamente en el Perú y en casi toda Hispanoamérica. Se anota también la ausencia de estudios específicos sobre este fenómeno literario de tan nutrida producción, con exponentes de calidad estimable. Tan importante producto espiritual merecería capítulos especiales de la historia literaria tanto del Perú como de otros países (Chile, Argentina, Guatemala, México, etc.) en donde ha tenido fortuna y merecido intenso cultivo y difusión en extensos círculos de lectores.
La "tradición", tal como la definió el propio Ricardo Palma, es una mezcla de historia y ficción. Pero habrá que agregar que, aparte de esos elementos fundamentales, por añadidura se encuentran en ella otros ingredientes: los giros de lenguaje local o antañón, la copla popular, los decires y refranes del pueblo, el cuadro costumbrista, los vocablos de significación especial, el efecto escénico (de procedencia dramática). Estos ingredientes complementarios entran en proporciones diversas y unos u otros son a veces dominantes o a veces también atenuados o inexistentes.

Sobre las características formales de la "tradición", Palma agregaba: "Estilo ligero, frase redondeada, sobriedad en las descripciones, rapidez en el relato, presentación de personajes y caracteres en un rasgo de pluma, diálogo sencillo a la par que animado, novela en miniatura, novela homeopática, por decirlo así, eso es lo que en mi concepto, ha de ser la "tradición" (1).


De tal suerte, la "tradición" resulta una peculiar muestra de elementos diacrónicos (situados en el tiempo) y sincrónicos (fuera del tiempo). Temporalmente, la acción se sitúa siempre en pasado mediato o inmediato. Especialmente, la acción se desarrolla en un escenario propio del país, o sea un lugar determinado de Hispanoamérica.
En la "tradición" los escritores románticos encontraron asidero para reflejar un anhelo de síntesis de un pasado reconstruido un tanto a su imagen y semejanza y también el deseo popular de volcarse en el placer imaginativo e informativo de un mundo americano que le había pertenecido.

Es evidente que la popularización de la cultura en el siglo XIX determina cierto regusto general por el conocimiento histórico, por las cosas tal como fueron o como se las imagina el pueblo y no estrictamente por la información erudita sino por las reconstrucciones animadas y amenas, aunque no fuesen rigurosamente auténticas. Al poner el pasado al alcance de las masas, los románticos sentían cumplir un compromiso con su público lector. Había pasado ya el auge de la tragedia o de la epopeya, encumbradas en las abstracciones y entelequias alegóricas e infatuadas. Se explica así el buen éxito popular de la narrativa volcada en las formas de novela y cuento, y sobre todo, en sus modalidades históricas.

No cabe duda que la tradición cumplió un papel importante dentro del proceso de la literatura hispanoamericana en el siglo XIX. Contribuyó a perfilar una personalidad nacional, a definir parcialmente el ser y el acontecer americano en la literatura, a superar las tendencias imitativas de los modelos europeos, a popularizar la literatura. Esta forma narrativa constituyó el primer intento de definir el carácter regional, de recoger las características históricas y geográficas de determinados países. Aun con sus limitaciones, señala el surgimiento de una literatura propiamente hispanoamericana.

Ricardo Palma contribuyó considerablemente a la expansión de la especie "tradición" por todo el ámbito hispanoamericano, ya sea con sus contactos durante su estada en Chile (en 1860 a 1862), ya sea mediante la nutrida correspondencia mantenida con autores coetáneos en todas las latitudes del continente, ya sea con sus relaciones con escritores americanos de su época avecindados en Lima (como el venezolano Juan Vicente Camacho2, la argentina Juana Manuela Gorriti, el boliviano Julio Lucas Jaimes, el ecuatoriano Nicolás Augusto González, todos cultivadores de la "tradición") y por último gracias a la multiplicación de las ediciones de sus propias "tradiciones" que se difundieron a nivel continental en la segunda mitad del XIX, a partir de 1872.
Por los años 70 la fama de Palma se había extendido por todos los ámbitos de América, llevando prendida la inquietud por cultivar la especie "tradición". Varias publicaciones periódicas peruanas y especialmente El Correo del Perú (revista aparecida entre 1871-1878) recogen en sus páginas nutrida colaboración de "tradicionistas" no sólo del Perú sino también de otras regiones de América. Florecía ya la "tradición" no sólo en Chile sino también en Argentina, en México, en Guatemala.

Una enumeración de autores y de obras (aun siendo incompleta) demostrará por sí sola la expansión de la corriente "tradicionista" en todas las latitudes americanas y el impacto que produjo Palma entre sus coetáneos del continente y entre las generaciones posteriores.

En Chile produjeron "tradiciones" Miguel Luis Amunátegui (Narraciones históricas); Enrique del Solar, 1844-1893, (Leyendas y tradiciones); Aurelio Díaz Meza (Leyendas y episodios chilenos); Manuel Concha, 1834-1891 (Tradiciones serenenses, Santiago, 1883); Clodomiro Concha, también de la Serena; Benjamín Vicuña Mackenna, Carlos María Sayago, 1840-1926, de Copiapó; Hermelo Arabena Williams (Tradiciones chilenas); Vicente Pérez Rosales (Recuerdos del pasado); Justo Abel Rosales; Salvador Soto Rojas (Crónicas chilenas); Joaquín Díaz Garcés, s. "El Peregrino"; Daniel Riquelme; Augusto Orrego Luco, 1848-1933; Valentín Murillo; Julio Bañados, Manuel Amunátegui y Domingo Amunétegui Solar, 1860-1946.

En México los nombres de "tradicionistas" son también numerosos: José María Roa Bárcena (Leyendas mexicanas, 1862); Vicente Riva Palacio, 1832-1896 (Los Cuentos del General, Madrid, 1896); Luis González Obregón (México viejo, México anécdotico, Vetusteces, etc.); Heriberto Frías (Leyendas históricas mexicanas); José Jesús Díaz, Juan Díaz Covarrubias, Artemio del Valle Arispe (Tradiciones y leyendas mexicanas, Cuentos del México Antiguo, etc.).

En Guatemala, otro país de gran legado histórico, surgieron también "tradicionistas" como Manuel Diéguez, Fermín Aycinena (Relatos tradicionales); Agustín Mancós (Tradiciones de la Antigua Guatemala); Antonio Batres Jaúregui (Memorias de antaño, New York, 1896).

En Argentina destacan los nombres de los "tradicionistas" siguientes: Justo Pastor Obligado, 1841-1924 (con 10 series de Tradiciones argentinas); Bernardo Frías (Tradiciones históricas de Salta); Escandón Lassaga, Pedro M. Obligado, Florencio Escardó.

En Uruguay pueden mencionarse a Isidoro Demaría (Tradiciones y recuerdos del Montevideo Antiguo) y a Víctor Arreguine (Narraciones nacionales).

En Ecuador debe mencionarse a Gabriel Gangotena Jijón (de Quito); Nicanor Augusto González (de Guayaquil) y Modesto Chávez Franco.
En Bolivia figuran Julio Lucas Jaimes 1840-1914, (Cuentos tracionales), Nataniel Aguirre, 1843-1888; José R. Gutiérrez, autor de tradiciones paceñas y Abel Alarcón de tradiciones potosinas.

En Colombia se aprecia el desarrollo del "tradicionismo" con Luis Capella Toledo (Tradiciones bogotanas), Enrique Otero D'Acosta (Leyendas).

En Venezuela destacan Juan Vicente Camacho (Tradiciones y relatos), Eduardo Blanco, Arístides Rojas (Las Leyendas históricas de Venezuela, 1890). Carlos Pereira, Andrés A. Silva.

En Cuba surgió un principal representante de esta tendencia: Alvaro de la Iglesia (Tradiciones cubanas).

Y aun en Puerto Rico puede anotarse un foco importante de "tradicionismo" con Cayetano Coll y Toste, 1850-1930, (Leyendas y tradiciones portorriqueñas, 3 vols. 1924 y 1925); Manuel Fernández Juncos, 1846-1928, (Costumbres y tradiciones, 1883).

Una investigación más profunda en cada país, podría revelar nuevos nombres y salvar del olvido obras importantes en esta materia. Tan considerable caudal de producción merece un estudio detenido y amplio para dar lugar a un capítulo nutrido y revelador de la literatura hispanoamericana que todavía no se ha escrito.


NOTAS
1.- Ricardo PALMA, Tradiciones peruanas completas, Madrid, Ed. Aguilar, 1964, p. 1474; y Epistolario, tomo I, Lima, Ed. Cultura Antártica, 1957
2.- Cfr. Juan Vicente CAMACHO, Tradiciones y relatos, (Estudio biográfico, crítica y recopilación por Estuardo Núñez), Caracas, Biblioteca popular venezolana, Ministerio de Educación, 1962, p. 73.
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Ponencia para el XVII Congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 1980.






sábado, 19 de abril de 2008

Frantz Fanon: Conclusión de "Los condenados de la tierra"

Frantz Fanon(*): Conclusión de "Los condenados de la tierra"




Compañeros: hay que decidir desde ahora un cambio de ruta. La gran noche en que estuvimos sumergidos, hay que sacudirla y salir de ella. El nuevo día que ya se apunta debe encontrarnos firmes, alertas y resueltos. Debemos olvidar los sueños, abandonar nuestras viejas creencias y nuestras amistades de antes. No perdamos el tiempo en estériles letanías o en mimetismos nauseabundos. Dejemos a esa Europa que no deja de hablar del hombre al mismo tiempo que lo asesina dondequiera que lo encuentra, en todas las esquinas de sus propias calles, en todos los rincones del mundo.

Hace siglos que Europa ha detenido el progreso de los demás hombres y los ha sometido a sus designios y a su gloria; hace siglos que, en nombre de una pretendida "aventura espiritual" ahoga a casi toda la humanidad. Véanla ahora oscilar entre la desintegración atómica y la desintegración espiritual. Y sin embargo, en su interior, en el plano de las realizaciones puede decirse que ha triunfado en todo. Europa ha asumido la dirección del mundo con ardor, con cinismo y con violencia. Y vean cómo se extiende y se multiplica la sombra de sus monumentos. Cada movimiento de Europa ha hecho estallar los límites del espacio y los del pensamiento. Europa ha rechazado toda humildad, toda modestia, pero también toda solicitud, toda ternura. No se ha mostrado parsimoniosa sino con el hombre, mezquina, carnicera, homicida sino con el hombre. Entonces, hermanos ¡cómo no comprender que tenemos algo mejor que hacer que seguir a esa Europa? Esa Europa que nunca ha dejado de hablar del hombre, que nunca ha dejado de proclamar que sólo le preocupaba el hombre, ahora sabemos con qué sufrimientos ha pagado la humanidad cada una de las victorias de su espíritu. Compañeros, el juego europeo ha terminado definitivamente, hay que encontrar otra cosa. Podemos hacer cualquier cosa ahora a condición de no imitar a Europa, a condición de no dejarnos obsesionar por el deseo de alcanzar a Europa.

Europa ha adquirido tal velocidad, loca y desordenada, que escapa ahora a todo conductor, a toda razón y va con un vértigo terrible hacia un abismo del que vale más alejarse lo más pronto posible. Es verdad, sin embargo, que necesitamos un modelo, esquemas, ejemplos. Para muchos de nosotros, el modelo europeo es el más exaltante. Pero en las páginas anteriores hemos visto los chascos a que nos conducía esta imitación.

Las realizaciones europeas, la técnica europea, el estilo europeo, deben dejar de tentarnos y de desequilibrarnos. Cuando busco al hombre en la técnica y el estilo europeos, veo una sucesión de negaciones del hombre, una avalancha de asesinatos. La condición humana, los proyectos del hombre, la colaboración entre los hombres en tareas que acrecienten la totalidad del hombre son problemas nuevos que exigen verdaderos inventos. Decidamos no imitar a Europa y orientemos nuestros músculos y nuestros cerebros en una dirección nueva. Tratemos de inventar al hombre total que Europa ha sido incapaz de hacer triunfar. Hace dos siglos, una antigua colonia europea decidió imitar a Europa. Lo logró hasta tal punto que los Estados Unidos de América se han convertido en un monstruo donde las taras, las enfermedades y la inhumanidad de Europa han alcanzado terribles dimensiones. Compañeros: ¿No tenemos otra cosa que hacer sino crear una tercera Europa? Occidente ha querido ser una aventura del Espíritu. Y en nombre del Espíritu, del espíritu europeo por supuesto, Europa ha justificado sus crímenes y ha legitimado la esclavitud en la que mantiene a las cuatro quintas partes de la humanidad. Sí, el espíritu europeo ha tenido singulares fundamentos. Toda la reflexión europea se ha desarrollado en sitios cada vez más desérticos, cada vez más escarpados. Así se adquirió la costumbre de encontrar allí cada vez menos al hombre. Un diálogo permanente consigo mismo, un narcisismo cada vez más obsceno, no han dejado de preparar el terreno aun cuasidelirio, donde el trabajo cerebral se convierte en sufrimiento, donde las realidades no son ya las del hombre vivo, que trabaja y se fabrica a sí mismo, sino palabras, diversos conjuntos de palabras, las tensiones surgidas de los significados contenidos en las palabras. Ha habido europeos, sin embargo, que han invitado a los trabajadores europeos a romper ese narcisismo y a romper con ese irrealismo.

En general, los trabajadores europeos no han respondido a esas llamadas. Porque los trabajadores también se han creído partícipes en la aventura prodigiosa del Espíritu europeo. Todos los elementos de una solución de los grandes problemas de la humanidad han existido, en distintos momentos, en el pensamiento de Europa. Pero los actos de los hombres europeos no han respondido a la misión que les correspondía y que consistía en pesar violentamente sobre esos elementos, en modificar su aspecto, su ser, en cambiarlos, en llevar, finalmente, el problema del hombre a un nivel incomparablemente superior. Ahora asistimos a un estancamiento de Europa. Huyamos, compañeros, de ese movimiento inmóvil en que la dialéctica se ha transformado poco a poco en lógica del equilibrio. Hay que reformular el problema del hombre. Hay que reformular el problema de la realidad cerebral, de la masa cerebral de toda la humanidad cuyas conexiones hay que multiplicar, cuyas redes hay que diversificar y cuyos mensajes hay que rehumanizar. Hermanos, tenemos demasiado trabajo para divertirnos con los juegos de retaguardia. Europa ha hecho lo que tenía que hacer y, en suma, lo ha hecho bien; dejemos de acusarla, pero digámosle firmemente que no debe seguir haciendo tanto ruido. Ya no tenemos que temerla, dejemos, pues, de envidiarla.

El tercer Mundo está ahora frente a Europa como una masa colosal cuyo proyecto debe ser tratar de resolver los problemas a los cuales esa Europa no ha sabido aportar soluciones. Pero entonces no hay que hablar de rendimientos, de intensificación, de ritmo. No, no se trata de volver a la Naturaleza. Se trata concretamente de no llevar a los hombres por direcciones que los mutilen, de no imponer al cerebro ritmos que rápidamente lo menoscaba y lo perturban. Con el pretexto de alcanzar a Europa no hay que forzar al hombre, que arrancarlo de sí mismo, de su intimidad, no hay que quebrarlo, no hay que matarlo. No, no queremos alcanzar a nadie. Pero queremos marchar constantemente, de noche y de día, en compañía del hombre, de todos los hombres. Se trata de no alargar la caravana porque entonces cada fila apenas percibe a la que la precede y los hombres que no se reconocen ya, se encuentran cada vez menos, se hablan cada vez menos.

Se trata, para el Tercer Mundo, de reiniciar una historia del hombre que tome en cuenta al mismo tiempo las tesis, algunas veces prodigiosas, sostenidas por Europa, pero también los crímenes de Europa, el más odioso de los cuales habrá sido, en el seno del hombre, el descuartizamiento patológico de sus funciones y la desintegración de su unidad; dentro del marco de una colectividad la ruptura, la estratificación, las tensiones sangrientas alimentadas por las clases; en la inmensa escala de la humanidad, por último, los odios raciales, la esclavitud, la explotación y, sobre todo, el genocidio no sangriento que representa la exclusión de mil quinientos millones de hombres. (Las tres cuartas partes del total en el momento en que esto se escribe) No rindamos, pues, compañeros, un tributo a Europa creando estados, instituciones y sociedades inspirados en ella. La humanidad espera algo más de nosotros que esa imitación caricaturesca y en general obscena.

Si queremos transformar a Africa en una nueva Europa, a América en una nueva Europa, confiemos entonces a los europeos los destinos de nuestros países. Sabrán hacerlo mejor que los mejor dotados de nosotros. Pero si queremos que la humanidad avance con audacia, si queremos elevarla a un nivel distinto del que ha impuesto Europa, entonces hay que inventar, hay que descubrir. Si queremos responder a la esperanza de nuestros pueblos, no hay que fijarse sólo en Europa. Además, si queremos responder a la esperanza en los europeos, no hay que reflejar una imagen, aun ideal, de sus sociedad y de su pensamiento, por los que sienten de cuando en cuando una inmensa náusea. Por Europa, por nosotros mismos y por la humanidad, compañeros, hay que cambiar de piel, desarrollar un pensamiento nuevo, tratar de crear un hombre nuevo.

(Páginas 287 a 292)

Franz Fanon


Esta Conclusión del libro, escrito en francés de Franz Fanon: Les damnés de la terre, François Maspero, París, 1961, está tomada de la edición en español Los condenados de la tierra, FONDO DE CULTURA ECONOMICA, México, 1983 (es la séptima reimpresión de la segunda edición en español, la primera es de 1963), 293 páginas.


(*) Frantz Fanon (20 de Julio de 1925 – 6 de Diciembre de 1961), nació en la Isla de la Martinica, actualmente departamento de ultramar francés. Fue uno de los más prominentes pensadores del Siglo XX, en el tema de la descolonización y psicopatología de la colonización, sus trabajos han inspirado movimientos de liberación anticolonial durante más de cuatro décadas.

LA MUJER ARGELINA: Su papel como factor de resistencia anticolonial

LA MUJER ARGELINA: Su papel como factor de resistencia anticolonial (1)
Franz Fanon (2)




Las características de la ropa, las tradiciones de la indumentaria y del arreglo constituyen las formas de originalidad más evidentes, es decir, las más inmediatamente perceptibles de una sociedad.
Los diversos tipos de sociedad se conocen, en primer lugar, a través del vestido y la pertenencia a un área cultural determinada se manifiesta, frecuentemente, por las indumentarias tradicionales de sus miembros. Por ejemplo, los turistas se fijan de inmediato en el velo con que se cubren las mujeres del mundo islámico. Durante mucho tiempo se puede ignorar que un musulmán no consume carne de cerdo ni bebidas alcohólicas, pero el velo de la mujer se muestra con tal insistencia que, en general, es suficiente para caracterizar a la sociedad musulmana.
En el Magreb árabe, el velo forma parte de las tradiciones del vestuario en las sociedades nacionales tunecina, argelina, marroquí y libia. Para el turista y el extranjero, el velo caracteriza a la vez a las sociedad argelina y a su componente femenino. Por el contrario, en el hombre argelino podemos encontrar modificaciones regionales menores: fez en los centros urbanos, turbantes y chilabas en el campo. El vestido masculino admite cierto margen de variación, un mínimo de heterogeneidad. La mujer, vista a través de su velo blanco, unifica la percepción que se tiene de la sociedad femenina en Argelia.
Es evidente que nos encontramos ante un uniforme que no tolera ninguna modificación, ninguna variante. Hay un fenómeno que vale la pena recordar. Durante la lucha del pueblo marroquí contra los colonialistas españoles y franceses y, principalmente, en las ciudades, el velo negro se impuso sobre el blanco. Al nivel de los sistemas de significación, es importante subrayar que el negro nunca ha expresado duelo o aflicción entre la sociedad musulmana marroquí. Significó una actitud de lucha: la adopción del negro respondía al deseo de presionar simbólicamente al ocupante, por lo tanto, de escoger sus propios símbolos.
El velo o haik (versión magrebí del hiyab o chador) define con precisión a la sociedad argelina. Podemos quedar indecisos o perplejos ante una niña, pero la incertidumbre desaparece en el momento de la pubertad. Con el velo las cosas se precisan y ordenan. La mujer argelina es, a los ojos del observador europeo, “la que se esconde detrás del velo.”
Veremos que ese velo, uno de los elementos de la tradición global del atuendo tradicional de los musulmanes, se convirtió en motivo de una batalla grandiosa en ocasión de la cual las fuerzas de ocupación movilizaron sus recursos más poderosos y diversos, y el colonizado desplegó una sorprendente fuerza de inercia. La sociedad colonial, tomada en su conjunto, con sus valores, sus líneas de fuerza y su filosofía, reacciona de manera bastante homogénea frente al velo. Antes de 1954, y más exactamente después de los años 1930-1935, se libró el combate decisivo. Los responsables de la administración francesa en Argelia, empeñados en la destrucción de la originalidad del pueblo, encargados por el poder de intentar a cualquier precio la desintegración de las formas de existencia susceptibles de evocar una realidad nacional, aplicaron el máximo de sus esfuerzos para destruir la costumbre del velo, interpretada para el caso como símbolo del estatus de la mujer argelina. Esa posición no fue consecuencia de una intuición fortuita. Con apoyo en los análisis de los sociólogos y etnólogos, los especialistas en los llamados “asuntos indígenas” y los responsables de las “secciones árabes” coordinaron su trabajo. En un primer nivel, se manipuló simple y llanamente la famosa fórmula: “conquistemos a las mujeres y el resto se nos dará por añadidura”. Esta racionalización se contenta simplemente con revestirse de una apariencia científica al utilizar los “descubrimientos” de los sociólogos.
Entre las “cosas incomprensibles” del mundo colonial se mencionaba frecuentemente el caso de la mujer argelina. Los estudios de sociólogos, islamólogos y juristas abundan en consideraciones sobre la mujer argelina. Descrita a veces como esclava del hombre o como soberana incontestada del hogar, el estatus de la mujer argelina ha intrigado a los teóricos.
Otros, igualmente autorizados, afirman que la mujer argelina “sueña con liberarse”, pero que un patriarcado retrógrado y sanguinario se opone a ese deseo legítimo. La lectura de los últimos debates de la Asamblea Nacional Francesa indica la importancia que se atribuye al conocimiento articulado del “problema”. La mayoría de quienes intervinieron en la discusión evocó el drama de la argelina y reclamaron su solución. Agregaron que éste era el único medio de desarmar la rebelión.
Es un hecho constante que los intelectuales colonialistas transforman el sistema colonial en un “caso sociológico”. Este país –se afirma– exigía, solicitaba la conquista. Así, para invocar un ejemplo célebre, se ha descrito un pretendido “complejo de dependencia” en Madagascar.
Se dice que la mujer argelina es “inaccesible, ambivalente, con ingredientes masoquistas”, y se aportan hechos concretos para demostrar estas características. La verdad es que el estudio de un pueblo ocupado, sometido militarmente a una dominación implacable, exige garantías que sólo difícilmente se reúnen. No sólo se ha ocupado el suelo, los puertos y los aeródromos; el colonialismo francés se ha instalado en el centro mismo del individuo argelino y ha emprendido un trabajo sostenido de “pulimento”, de divorcio de sí mismo, de mutilación racionalmente perseguida.
No existe la ocupación de la tierra junto a la independencia de las personas. Es la totalidad del país, su historia, su pulso cotidiano los que han sido negados, desfigurados, con la esperanza de una definitiva anulación. En estas condiciones, la respiración del individuo es una respiración que se espía, ocupada. Es una respiración de combate.
A partir de este momento, los valores reales de los ocupados pasan muy pronto a existir clandestinamente. Frente al ocupante, el ocupado aprende a esconder, a ser astuto. Al escándalo de la ocupación militar opone el escándalo del aislamiento. Es mentira todo encuentro del ocupado con el ocupante.
Por debajo de la organización patriarcal de la sociedad argelina, los especialistas describen la estructura de un matriarcado. La sociedad musulmana ha sido presentada frecuentemente por los occidentales como una sociedad de la exterioridad, del formalismo, del personaje. La mujer argelina, intermediaria entre las fuerzas oscuras y el grupo, parece entonces cobrar una importancia primordial. Detrás del patriarcado visible y manifiesto se afirma la existencia, más radical, de un matriarcado de base. El papel de la madre argelina, el de la abuela, el de la tía, el de la anciana, es inventariado y precisado.
En aquel momento, la administración colonial pudo definir una doctrina política precisa: “si deseamos atacar a la sociedad argelina en su contexto más profundo, en su capacidad de resistencia, debemos en primer término conquistar a las mujeres; es preciso que vayamos a buscarlas detrás del velo en el que se esconden, en las casas donde las oculta el hombre”. La situación de la mujer se convierte desde aquel momento en objetivo de la acción. La administración dominante propone defender solemnemente a la mujer humillada, eliminada, enclaustrada...Se describen las posibilidades inmensas de la mujer, desgraciadamente transformada por el hombre argelino en un objeto inerte, devaluado y hasta deshumanizado. El comportamiento del argelino es denunciado enérgicamente y comparado con las costumbres medievales y bárbaras. Con una ciencia infinita, se lleva a cabo la requisitoria tipo contra el argelino sádico y vampiro en su actitud hacia las mujeres. El ocupante acumula sobre la vida familiar del argelino un conjunto de juicios, apreciaciones y consideraciones; multiplica las anécdotas y los ejemplos edificantes, intentando así encerrar al argelino en un círculo de culpabilidad.
Las asociaciones de ayuda y solidaridad con las mujeres argelinas se multiplican. Las lamentaciones se organizan. “Queremos avergonzar al argelino por la suerte que el impone a su mujer”. Es el periodo de efervescencia y puesta en práctica de una técnica de infiltración que arroja jaurías de trabajadoras sociales e impulsoras de obras de beneficencia a los barrios musulmanes.
Primero se intenta el abordaje de las mujeres indigentes y hambrientas. A cada kilo de sémola distribuida se añade una dosis de indignación contra el velo y el encierro. A la indignación siguen los consejos prácticos. Se invita a las mujeres argelinas a jugar “un papel fundamental, capital” en la transformación de su destino. Se la incita a rechazar una sujeción religiosa y se describe el papel inmenso que están llamadas a desempeñar. La administración colonial invierte sumas importantes en ese combate. Después de afirmar que la mujer representa el pivote de la sociedad argelina, se despliegan todos los esfuerzos para controlarla. Se asegura que el argelino permanecerá inmóvil, que resistirá a la empresa de destrucción cultural llevada a cabo por el ocupante, que se opondrá a la asimilación en tanto que la mujer no modifique su conducta. En el programa colonialista, la mujer está encargada de la misión histórica de desviar y empujar al hombre argelino. Convertir a la mujer, ganarla para los valores extranjeros, arrancarla de su situación es a la vez conquistar un poder real sobre el hombre y utilizar medios prácticos y eficaces para destruir la cultura argelina.
Todavía hoy, en 1959, el sueño de la domesticación total de la sociedad argelina, con ayuda de las “mujeres sin velo y cómplices del ocupante”, no ha dejado de preocupar a los responsables políticos de la colonización.
Los argelinos, por su parte, son blanco de las críticas de sus camaradas europeos o, más oficialmente, sus patrones. No hay un solo trabajador europeo que en las relaciones interpersonales del lugar de trabajo, del taller o la oficina, no le haya formulado al argelino las cuestiones rituales: “¿tu mujer usa velo? ¿por qué no te decides a vivir a la europea? ¿por qué no llevas a tu mujer al cine, a los espectáculos, al café?”.
Los empresarios europeos no se contentan con la actitud interrogativa o la infiltración circunstancial, sino que emplean “maniobras de apache” para acorralar al argelino, exigiéndole decisiones penosas. Con motivo de una fiesta europea de Navidad o Año Nuevo, o simplemente de una reunión interior de la empresa, el patrón invita al empleado argelino y a su mujer. La invitación no es colectiva. Cada argelino es llamado a la oficina del director y se le invita personalmente a venir con “su pequeña familia”. “Como la empresa es una ‘gran familia’ será mal visto que algunos vengan sin sus esposas, ¿usted comprende, no es cierto?”. A veces el argelino pasa por momentos difíciles frente a esta presión. Acudir con su mujer significa confesar que está derrotado, significa “prostituir a su mujer”, exhibirla, abandonar una modalidad de resistencia. Por otro lado, ir solo significa negarse a satisfacer los deseos del patrón y exponerse a ser dejado sin trabajo. Aquí estudiamos un caso elegido al azar, el desarrollo de las emboscadas que el europeo le tiende al argelino para acorralarlo y obligarlo a personalizar, a declarar: “mi mujer es algo aparte y no saldrá”, o a traicionar: “puesto que desea verla, aquí está”. El carácter sádico y perverso de estas ligas y relaciones mostraría directamente, al nivel psicológico, la tragedia de la situación colonial, el enfrentamiento de los dos sistemas, la epopeya de la sociedad colonizada con sus formas específicas de existencia, frente a la hidra colonialista.
Esta agresividad es mucho más intensa respecto al intelectual argelino. El fellah, el campesino argelino, “esclavo pasivo de un grupo rígido”, merece cierta indulgencia de juicio por parte del conquistador. Por el contrario, el abogado y el médico son denunciados con un vigor excepcional. Estos intelectuales, que mantienen a sus mujeres en un “estado de semiesclavitud”, se ven literalmente fulminados por la opinión pública. La sociedad colonial se levanta enérgicamente contra este aislamiento de la mujer argelina. Hay inquietud y preocupación por esas desgraciadas condenadas “a hacer niños”, enclaustradas y prohibidas.
Los razonamientos racistas se aplican con particular facilidad al intelectual argelino. Se dirá: “por médico que sea sigue siendo árabe”... “volvedle a su naturaleza y de nuevo galopará en el desierto”... Los ejemplos de este racismo pueden multiplicarse indefinidamente. En las grandes reuniones es muy común escuchar a algún europeo que confiesa agriamente no haber visto jamás a la mujer de un argelino al que frecuenta hace veinte años. A un nivel de comprensión más difuso, pero altamente revelador, encontramos la afirmación amarga de que “trabajamos en vano...”
Al presentar al argelino como una presa que se disputan con igual ferocidad el Islam y Francia occidental, se revelan con toda claridad las intenciones del ocupante, su filosofía y política. Esto significa, en efecto, que el ocupante descontento con sus fracasos presenta de manera simplificada y peyorativa el sistema de valores que le sirve al ocupado para oponerse a sus innumerables ofensivas. Lo que significa voluntad de singularización, preocupación por mantener intactos algunos jirones de la existencia nacional y religiosa, se identifica con actitudes mágicas y fanáticas.
Esta repulsa del conquistador asume, según las circunstancias o los tipos de situación colonial, formas originales. Las fuerzas de ocupación, al aplicar intensamente su acción psicológica sobre el velo de la mujer argelina, es evidente que cosecharon algunos resultados. A veces ocurrió que se “salvara” una mujer que, simbólicamente, se quitó el velo.
Estas “mujeres-test” con el rostro desnudo y el cuerpo libre circulan ahora como moneda corriente en la sociedad europea de Argelia. Alrededor de dichas mujeres reina una atmósfera de iniciación. Los europeos, sobreexcitados por su victoria y en una especie de trance que se apodera de ellos, evocan los fenómenos psicológicos de la conversión.
Los responsables del poder, después de cada éxito, refuerzan su confianza en la mujer argelina como soporte de la penetración occidental en la sociedad autóctona. Cada velo que cae descubre a los colonialistas horizontes hasta hoy prohibidos y les muestra, por otra parte, la carne argelina desnuda. La agresividad del ocupante y, por lo tanto, sus esperanzas, se multiplican después de cada rostro descubierto. Cada nueva mujer argelina que abandona el velo anuncia al invasor una sociedad argelina cuyos sistemas de defensa están en vías de dislocación, abiertos y desfondados. Cada velo que cae, cada cuerpo que se libera de la sumisión tradicional al haik, cada rostro que se ofrece a la mirada audaz e impaciente del ocupante, expresa negativamente que Argelia comienza a renegar de sí misma y que acepta la violación del colonizador. La sociedad argelina, con cada velo abandonado, parece aceptar el ingreso en la escuela del amo y decidir la transformación de sus costumbres bajo la dirección y el patrocinio del ocupante.
Hemos visto de que manera perciben el significado del velo la sociedad y la administración coloniales, y hemos trazado la dinámica de los esfuerzos para combatirlo en tanto institución, así como las resistencias de la sociedad colonizada. Al nivel del individuo, el europeo particular, puede ser interesante estudiar la multitud de reacciones surgidas por la existencia del velo, es decir, por la manera original que tiene la mujer argelina de estar presente o ausente.
En un europeo no comprometido directamente en esta obra de conversión ¿qué reacciones pueden registrarse? La actitud dominante parece ser la de un exotismo romántico fuertemente teñido de sensualidad.
En los tranvías, en los trenes, una trenza de cabello, una porción de frente, anunciadoras de un rostro “enloquecedor”, alimentan y refuerzan la convicción del europeo en su actitud irracional: la mujer musulmana es la reina de las mujeres. Sin embargo, también existe en el europeo la cristalización de la agresividad, de una violencia tensa frente a la mujer argelina. Despojar de su velo a esta mujer es exhibir la belleza, desnudar su secreto, romper su resistencia, hacerla disponible para la aventura. Ocultar su rostro significa disimular su secreto, provocar un mundo de misterio y ocultamiento. El europeo sitúa en un nivel muy complejo su relación con la mujer argelina. Quisiera tener esa mujer a su alcance y convertirla en un eventual objeto de posesión.
Esta mujer que ve sin ser vista frustra al colonizador. No hay reciprocidad. Ella no se exhibe, no se da, no se ofrece. El argelino, respecto a la mujer argelina, tiene en conjunto una actitud clara. No la ve. Incluso existe la voluntad permanente de no observar el perfil femenino, de no poner atención en las mujeres. No hay en el argelino, en una calle o en un camino, esta conducta de encuentro intersexual que se desarrolla a nivel de la mirada, de la presencia, de la musculatura, de los diferentes comportamientos turbados a que nos tiene acostumbrados la fenomenología del encuentro.
El europeo, frente a la argelina, desea ver. Y reacciona de manera agresiva ante este límite que se pone a su percepción. También aquí la frustración y la agresividad evolucionan en perfecta armonía.
Las mujeres europeas resuelven el conflicto con mucha menos precaución. Afirman perentoriamente que no se disimula lo que es bello, e interpretan este hábito extraño como una voluntad “muy femenina” de disimular las imperfecciones. Y comparan la estrategia de la europea que tiene por objeto corregir, embellecer, poner de relieve (la estética, el peinado, la moda,...) con la de la argelina, que prefiere cubrir, esconder, cultivar la duda y el deseo del hombre.
Hemos visto que la estrategia colonial de la disgregación de la sociedad argelina, al nivel de los individuos, concede un lugar de privilegio a la mujer argelina. El encarnizamiento del colonialista y sus métodos de lucha es natural que provoquen en el colonizado actitudes de reacción. Frente a la violencia del ocupante, el colonizado está obligado a definir su posición de principio frente a un elemento tradicionalmente inerte de la configuración cultural autóctona.
El afán rabioso del colonialista por despojar de su velo a la argelina, y su decisión de ganar a toda costa la victoria del velo, provocan la respuesta del autóctono. Aquí, encontramos una de las leyes de la psicología de la colonización. En un primer momento, la acción y los proyectos del ocupante determinan los centros de resistencia en torno a los cuales se organiza la voluntad de afirmación de un pueblo.
El blanco crea el negro, pero es el negro quien crea la negritud. A la ofensiva colonialista sobre el velo, el colonizado opone el culto al velo. Lo que era un elemento indiferenciado en un conjunto homogéneo, adquiere un carácter tabú; la actitud de las argelinas frente al velo se interpreta como una actitud global frente a la ocupación extranjera. El colonizado, frente a la acción del colonialista en tal o cual sector de sus tradiciones, reacciona de manera violenta. El interés dirigido a modificar un sector determinado, la afectividad inversa del conquistador en su trabajo pedagógico, en sus ruegos, en sus amenazas, tejen alrededor del elemento privilegiado un verdadero universo de resistencia. Resistir al ocupante en este terreno preciso significa inflingirle una derrota espectacular y, sobre todo, mantener la “coexistencia” dentro de sus dimensiones de conflicto y guerra latente. Es alimentar una atmósfera de paz armada.
La argelina, como sus hermanos, había montado minuciosamente los mecanismos de defensa que le permiten hoy desempeñar un papel capital en la lucha liberadora. Pero todavía será necesario aprender una nueva técnica: llevar bajo el velo un objeto pesado, “muy peligroso de manipular”, y dar la impresión de tener las manos libres, que no hay nada bajo el velo sino una pobre mujer o una joven insignificante. No se trata sólo de cubrirse con el velo. Es preciso adoptar un tal “aire de Fátima” que tranquilice al soldado porque “ésta no es capaz de hacer nada”.
Es bien difícil. Además, están los policías que interpelan a escasos metros una mujer con velo que no parece particularmente sospechosa. Y está la bomba; por la expresión patética del responsable sabemos que se trata de eso, o de la bolsa de granadas ligadas al cuerpo por un sistema de cordones y correas. Porque las manos deben quedar libres, para exhibirlas desnudas, para presentarlas humildes y sencillamente a los militares para que no busquen más. Mostrar las manos vacías y aparentemente móviles y libres es el signo que desarma al soldado enemigo.
Ahora bien, el invasor ha sido avisado y en las calles se presenta el cuadro clásico de las mujeres argelinas detenidas contra los muros, sobre cuyos cuerpos se deslizan incansablemente los famosos detectores magnéticos llamados popularmente “sartenes”. Todas las mujeres con velo, todas las argelinas son sospechosas. No hay discriminación. Es el periodo durante el cual los hombres, las mujeres, los niños, todo el pueblo argelino vive a la vez su unidad, su vocación nacional y el crisol de la nueva sociedad argelina.
Ignorando o simulando ignorar esta nueva conducta, el colonialismo francés reinicia el 13 de mayo de 1959 su clásica campaña de occidentalización de la mujer argelina. Muchachas del servicio doméstico amenazadas con perder su trabajo, pobres mujeres arrancadas de sus hogares son conducidas a la plaza pública y despojadas simbólicamente de sus velos al grito de: “¡Viva Argelia francesa!”. Espontáneamente y sin consigna, las mujeres argelinas que desde hace tiempo abandonaron el velo vuelven a usar el haik, afirmando así que no es verdad que la mujer se libera por una simple invitación de Francia y del general de Gaulle.
El colonialismo quiere que todo emane de él. Pero la tendencia psicológica dominante del colonizado es la de endurecerse frente a cualquier invitación del conquistador.
Desde el 13 de mayo se vuelve a usar el velo, pero definitivamente despojado de su dimensión exclusivamente tradicional. Existe, por lo tanto, un dinamismo histórico del velo que se percibe en forma muy concreta en el desarrollo de la colonización de Argelia. Al principio, el velo es un mecanismo de resistencia, pero para el grupo social continúa fuertemente arraigado. Se usa por tradición, pero también porque el ocupante quiere develar Argelia. Lo que había sido preocupación de conducir al fracaso las ofensivas psicológicas o políticas del ocupante, se convierte en medio, en instrumento. El velo ayuda a la argelina para responder a los nuevos interrogantes planteados por la lucha.
El amor ardiente de la argelina por su hogar no es una limitación de su universo. No es odio al sol, a las calles o a los espectáculos. No es una fuga del mundo. En condiciones normales, debe existir una doble corriente entre la familia y el conjunto social. El hogar funda la verdad social, pero la sociedad autentifica y legitima la familia. La estructura colonial es la negación misma de esta recíproca justificación. La mujer argelina, al restringirse, al elegir una forma de existencia limitada en el espacio, afianzaba su conciencia de lucha y se preparaba para el combate.
En este encerrarse en el hogar, acompañado de la negación de una estructura impuesta; este repliegue sobre el núcleo fecundo que representa una existencia recogida pero coherente, constituyó durante mucho tiempo la fuerza fundamental del ocupado. Sólo la mujer, con ayuda de técnicas conscientes, puede iniciar la articulación de ciertos dispositivos. Lo esencial es que el ocupante se estrelle contra un frente unificado. De ahí el carácter esclerótico que debe revestir la tradición.
En realidad, la efervescencia y el espíritu revolucionario son alimentados en el hogar por la mujer. Y es que la guerra revolucionaria no es una guerra de hombres. No es una guerra con fuerzas en activo y con reservas. La guerra revolucionaria, tal como la lleva a cabo el pueblo argelino, es una guerra total en que la mujer no se limita a tejer o a llorar a sus mártires. La mujer argelina está en el corazón del combate. Detenida, torturada, violada, abatida, es un testimonio viviente de la violencia del ocupante y de su inhumanidad. Enfermera, agente de enlace, combatiente; en cualquier caso es un testigo de la profundidad y de la densidad de la lucha.
El lugar de la mujer en la sociedad argelina se afirma con tal vehemencia que es fácil explicarse la turbación del ocupante. Sucede que la sociedad argelina no es esa sociedad sin mujeres que se había descrito tan minuciosamente en Europa. A nuestro lado, nuestras hermanas musulmanas destruyen cada día más los dispositivos enemigos y liquidan definitivamente las viejas mistificaciones.

NOTAS.-[1]Extracto del articulo publicado en la revista El mensaje del Islam nº 7, abril de 1988 / sha´aban 1408. El texto que presentamos a continuación pertenece a una serie de artículos escritos por el autor entre 1957 y 1959 en el diario Resistencia Argelina, órgano de expresión del Movimiento de Liberación Argelino.

[2]Franz Fanon (1924-1962) nació en Isla Martinica (Antillas) y fue un medico psiquiatra que destacó como defensor y teórico de los movimientos anticolonialistas de independencia en el Tercer Mundo. Se unió a la causa de la independencia argelina militando en el Frente de Liberación Nacional (F.L.N)